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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Más lejos iba Isabel Mazacán con Leopoldina Pastor, en un milord preciosísimo; Pilar Balsano, la duquesa de Bara, Carmen Tagle y otra infinidad de estrellas y constelaciones del gran mundo, entre las que descollaba la señora de López Moreno con su hija Lucy, vestida ella de azul con mantilla blanca y grandes rosas en la cabeza, ocupando casi por completo una gran carretela con arreos a la calesera, y cochero y lacayo con sombrero calañés, pantalón y chupa de oscuro terciopelo.
¿Conque amiga íntima de tu íntima amiga la Villasis?... ¡Ahora lo entiendo!... ¿Y qué hace esa perfecta viuda, como la llamaba la de Bara en otro tiempo?... Supongo que te habrá sucedido con ella lo que sucede con los perros chinos, que de puro feos hacen gracia... ¿Y mi mujer, será, sin duda, vuestra confidente?...
A la derecha de la última puerta del salón de lectura que se abre en la terraza, hallábanse algunas señoras sentadas en bancos de hierro: entre ellas estaban Currita Albornoz y la duquesa de Bara. Más lejos, de pie, en medio de un grupo de hombres, peroraba Leopoldina Pastor con gran vehemencia, optando por empuñar las armas y exponiendo su plan estratégico.
Y besó con piedad filial a la marquesa, con amor fraterno a la de Bara, estrechó la mano de Butrón con infantil afecto, y tuvo una cariñosa sonrisa para el general Pastor y un saludito protector y monísimo para el señor Pulido.
La marquesa entraba, en efecto, causando su presencia un movimiento general de sorpresa, seguido de un murmullo prolongado que disipó las angustias de Butrón, hizo sonreír triunfalmente a la de Bara y morderse los labios a Currita, adivinando desde luego una rival, la más temible, porque era la más detestada.
Diógenes le volvió la espalda sin preguntarle nada más, y el tío Frasquito, gozoso de verse libre al solo precio de hacer traición a su amigo, corrió a noticiar a Currita que Diógenes tomaba partido por la Sabadell, y a lamentarse con la de Bara de que la policía correccional no pusiera coto, ni en España, ni en Francia, a los desafueros de aquel cínico viejo.
La duquesa de Bara habíale encontrado gran parecido, vestido de mandarín, con un retrato publicado en La Ilustración, de Pan-Hoei-Pan, célebre literata china, y Pan-Hoei-Pan comenzó a llamarle desde entonces la inmensa falange de sus sobrinos legítimos y espurios.
Currita, impulsada por el repostero de Butrón, llegaba a las columnas de Hércules de la celebridad femenina. ¡Magnífico! exclamó tomando uno la duquesa de Bara . El pensamiento es oportuno... Curra simbolizada por un sorbete... No se puede dar imagen más completa de su frescura. ¿No es verdad, Diógenes?... Diógenes acudió, arrastrando los pies, y se dejó caer en una silla. Estoy malo dijo.
Porque, como el lector habrá ya adivinado, no obstante los enredos de la tramposa señora, los compromisos de esta con el Gobierno eran tan reales y positivos como había asegurado dos días antes la condesa de Mazacán en casa de la duquesa de Bara.
La duquesa de Bara habíale ya avisado con su doncella que le estaba aguardando, para ir juntas al palacio Basilewsky, y Currita, nerviosa e impaciente, preguntaba sin cesar a Kate si el señor marqués no había vuelto. No, señora respondió la doncella. Pero ¿a qué hora salió?... ¿Cómo ha madrugado tanto? Si no ha salido... ¿Pues cómo es eso? Porque desde anoche no ha vuelto. ¡Ya! exclamó Currita.
Palabra del Dia
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