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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Miranda, azorado, se llegó a él, acercándose mucho, tocándole casi: Caballero... preguntó con voz anhelante ¿ha visto usted por ahí... han recogido los mozos?... El amo alzó el rostro, rostro franco, patilludo y vulgar. ¿Una cartera? , señor. Respiró anchamente el amigo de Colmenar. ¿Es de usted? interrogó receloso el fondista. ¡Mía, ! Démela usted sin pérdida de tiempo: va a salir el tren....

Después de guardarlo con llave en un baúl lleno de cosas viejas, volvió al lado de su marido, que se había quedado absorto, midiendo sin duda con azorado pensamiento la enorme distancia que en su ser había entre los arranques de la voluntad y la ineficacia de su desmayada acción.

No cómo el mal que padezco no me sale a la cara. Apenas me alimento; apenas duermo. Si el sueño cierra mis párpados, suelo despertar azorado, como si me hallase peleando en una batalla de ángeles rebeldes y de ángeles buenos.

Las vidas de los que dormían en los otros pisos, encima y debajo de él, no estaban confiadas á su vigilancia... Pero á los pocos días sintió que le faltaba algo que era una de las mayores satisfacciones de su existencia: la voluntad del poder, el gusto del mando. Dos criadas de aire azorado acudían á sus voces y sus repiqueteos de timbre.

Es grisáceo; tiene cerca de dos centímetros; salta e intenta volar, y cuando cae de espaldas hace sobre el cartón un ruido sonoro de tambor. Ron, al principio, se ha azorado un poco de este estrépito.

Frío con el pavor tendí los brazos a donde estabas ... ya no estabas, y sólo hallé a mi lado un esqueleto, y al tocarle osado, en polvo se deshizo, que violento llevose al punto retronando el viento. Yo desperté azorado; mi cabeza hecha estaba un volcán, turbios mis ojos; mas logro verte al fin, tierna, apacible, y tu sonrisa calma mis enojos. LEONOR. ¿Y un sueño solamente te atemoriza así?

Quizá no hay nada que deje tan gratos recuerdos, como lo monótono, ese encadenamiento sucesivo de días, ninguno de los cuales se distingue del que le sigue ni del que le precede. ¡Cuál no sería, pues, la sorpresa de los habitantes de la cabaña, cuando vieron venir una mañana a Momo, corriendo, azorado, y gritando a Stein que fuese, sin perder un instante, al convento!

De repente saltó otra vez azorado en el asiento, echando mano al revólver: en el cuarto vecino había resonado un salto violento, pasos precipitados, varios golpes en la puerta, y al punto una voz cascada, angustiosa, que gritaba en castellano: ¡Socorro!... ¡Socorro!... Después, con el intervalo de un lamento, volvió a escucharse en francés: Au secours!... Au secours!...

Diose vuelta rápidamente luego que oyó resonar sobre el mármol mis pasos ligeros, y entonces pude verlo cara a cara. Contuve la respiración, y luego quedé como clavado en el sitio, completamente azorado y pálido. El misterio era enormemente más profundo de lo que yo me había imaginado. La realidad que se me presentaba ahora, era como para atontar y hacer vacilar.

Y abrió palmo y medio de boca y púsose muy azorado, porque desde aquella noche fatal en que descubrió Jacobo en el Grand Hôtel el secreto de su peluca y de sus dientes mirábale y temíale con ese temeroso recelo que inspira siempre la persona que puede perder nuestra reputación o nuestra fortuna con sólo dar suelta un poquito a la lengua.

Palabra del Dia

ciencuenta

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