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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Me abrazó de todo corazón, me declaró que tenía un gran talento, se asombró de que se hubiera revelado de golpe y tan pronto y me predijo como cosa infalible, una posición moral, capaz de enloquecerme. Me propuse que Magdalena gozase los primeros augurios de mi celebridad y le mandé mis libros al señor De Nièvres.

Los indios tagalos forman melancólicos discursos, si la lechuza canta; tienen como buenos augurios el encontrar una culebra en la casa ó en el barco. Algunos creen en las hierbas amatorias. Estas y otras muchas falsas creencias, de las que aún quedan algunas reminiscencias, poco á poco las va desterrando la vívida luz del Evangelio y la civilización.

La conjunción significaba que dos naciones se unirían contra él; el cometa que él los vencería á todos, y el anillo de la luna á cualquiera se le alcanzaba que era signo de la inmortalidad. Efectivamente: chocolate, y del mejor de Torroba, era el que durante los solemnes augurios tomaba, merced á la gratitud generosa de los Orejones. En el bautismo hubo un holgorio que déjelo usted estar.

Le aclamaba en los toros, en las verbenas, en las tardes del Prado. Le halló en sus alegrías y en sus duelos, íntimamente ligado a su vida, en el ritmo jovial, generoso, magnífico de la vida española, de aquel momento. Ya sonaba lejano aquel romance de su adolescencia, en las horas tediosas, preñadas de augurios, que transcurrían en el palacio de El Pardo.

A la hora de comer, Maximiliano habló del caso, describiendo la cura y haciendo augurios poco lisonjeros sobre la suerte de la enferma. «Tienes razón observó la viuda . Me parece que de este barquinazo no sale. ¡Pobre mujer! ¡Tener ese vicio! De veras lo siento, pues no hay otra como ella para correr alhajas».

»Sin embargo, la considerable altura á que éste se encontraba, en la ladera misma de la sierra, y los augurios de algunas personas del inmediato pueblo de Quacos, hicieron pronto temer á los ermitaños que les fuera imposible habitar la Ermita del Salvador en la estación de las nieves y las aguas.

En sus notas de viaje se observa ligeramente que en Chalón-sur-Saona tuvo el disgusto de encontrarse con una mascarada grotesca, en la cual todos los objetos de su devoción, esto es, la piedad, la religión, la monarquía y el pudor, estaban groseramente ridiculizados; su alma se contrajo dolorosamente bajo este que le pareció funesto augurio, presintiendo alguna catástrofe; al pasar por Auxerre, una voz salida del fondo de un coche público, gritaba con voz de trueno: «El duque de Berry ha sido asesinado». Aquella buena madre llegó a París tristemente emocionada, pero sin ver cumplidos los fatales augurios.

No pasó el 22 sin que a ratos revelara con hondos suspiros una aprensión muy grave. Por San Juan ya los ratos de tranquilidad eran los menos, y la marquesa anunció a su amiga, confidencias muy desagradables. Esta se asustaba oyendo tales augurios, y veía venir una nube más negra y tempestuosa que la pasada.

Vacilaba ordinariamente ante la palabra porvenir, que a los dos nos hería con augurios ¡ay! demasiado razonables. ¿Qué perspectiva, qué salida descubría ella más allá del día próximo que limitaba nuestros ensueños? Ninguna sin duda. Las sustituiría por algo vago y quimérico, como esa postrera esperanza que les queda a los que nada esperan ni tienen ya que esperar.

Presagio dichoso. ¿Qué piensas de ello, Roger? No qué deciros, señor barón, contesto el doncel. Romanos y griegos, con ser pueblos de gran ilustración, tenían completa fe en esos augurios, pero no faltan entre los modernos pensadores y hombres de ciencia muchos que consideran tales signos como vanos y pueriles.

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