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Actualizado: 3 de septiembre de 2025


Duerme, pues, tranquilo sobre el corazón de tu Carlota; acepta su cariño con gratitud y bendice a la Providencia que te ha concedido una mano fiel para atravesar esta existencia tan triste y oscura... ¡Ay! ¡Yo también tuve una mano!... ¡también tuve un corazón sobre el cual mi alma reposaba sin cuidado!... Los ojos del antiguo periodista se rasaron de lágrimas al pronunciar estas palabras.

Cada cual miraba con desconfianza al vecino, y todos decían lo mismo en sus conversaciones. ¡A la tarde!... ¡Oh, á la tarde!... Aresti, después de errar más de una hora por la villa, se encontró al atravesar el Arenal con un obrero de ropas haraposas y gran barba, que le saludó con un gruñido, llevándose con cierta violencia la mano á la boina.

Tomaba carrera para atravesar el pequeño túnel, hacía temblar con su peso la rampa de tablas, pero apenas entraba en aquél, caía la compuerta delantera, y antes de que pudiese retroceder escurríase también la de detrás.

Detúvose el tren después de atravesar un túnel, y el doctor, subiendo una larga escalera, se vió en el sitio más céntrico de la villa, junto al puente del Arenal, donde parecía condensarse todo el movimiento de la población.

Una tarde se había escapado por otro camino, pero no encontraba el mar. Había pasado junto a un molino; un perro le había cerrado el paso al atravesar el puente de la acequia, hecho con un tronco hueco de castaño; Ana se había echado sobre el tronco porque se mareaba viendo el agua blanca que ladraba debajo como el perro enfrente de ella.

Raimundo era, como ya sabemos, un chico débil, que no había tenido la educación gimnástica de los jóvenes aristócratas, sus amigos. Aquel viajecito por el estribo, con la marcha rapidísima del tren, que para ellos era cosa baladí, para él, que sentía vértigos al atravesar un puente o subir a una torre, era realmente peligrosísimo.

Y avivando el paso, mandó á todos le siguiesen: en efecto, logró atravesar aquel estrecho sin resistencia, y salir á otra quebrada mas espaciosa, donde tuvo ya lugar la imaginacion para concebir fundadas esperanzas de un éxito feliz.

Acaso no hay un país donde la aristocracia sea tan inofensiva, en lo general, como en España. Los nobles hacen mucha ostentación de sus blasones, pero eso es todo lo que tienen de aristócratas. Mis dos amables y cumplidos amigos franceses debían volverse a Cádiz para ir á visitar algunas ciudades de Portugal. Yo tenia que volver á Madrid y atravesar la Vieja Castilla y el país vascongado.

Al atravesar un campo situado a la salida de la población, me dijo mi padre: «Este es el sitio donde se ajusticiaba a los reos de muerte». Sentí un temblor igual al que corrió por mi cuerpo cuando vi al hombre del cajón verde. ¡Dios mío, qué lejos estaba en aquel momento mi corazón de estas escenas de horror!

Se había olvidado de eso porque al volver de casa del señor Lammeter no había tenido que atravesar la aldea; en cuanto a salir a hacer compras por la mañana no había que pensar. La niebla estaba muy fea para salir; pero había cosas que Silas prefería a sus comodidades.

Palabra del Dia

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