Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de junio de 2025


Aquella dama a quien no conocía se llamaba Enriqueta Atienza, hermana del marqués de Raigoso, de treinta y ocho a cuarenta años de edad, casada con un banquero, rubia y separada de su marido. Pasaron inmediatamente al comedor. El criado de Narciso Luna servía la comida. Este vivía en un cuartito de la calle de Recoletos, haciendo sus comidas en el Club.

El Comendador y Lucía escribieron con la misma fecha á D. Carlos de Atienza, participándole la novedad de la despedida de D. Casimiro, de la resolución de Clara de retirarse á un convento y del estado poco satisfactorio de su salud. Don Carlos partió desatentado de Sevilla, y estuvo en la ciudad á poco.

Elena que era propensa a ellos, como una niña de pocos años, pronto se halló en su centro dejando pasar al través de sus ojos y su boca aquella infantil, inagotable alegría que formaba su principal encanto. Antes que hubiesen terminado de comer llegó el vizconde de las Llanas, el cual, por ciertos signos indubitables, pronto hizo comprender a Elena que era el amante de Enriqueta Atienza.

La desesperación de D. Carlos de Atienza llegó á su colmo. Con no poca amargura echaba la culpa de todo al Comendador. Para esto decía me obligó V. á que me ausentase. En esto han parado las promesas de arreglarlo todo en menos de un mes: en que Clara se me esté muriendo, y en que además haya dejado de amarme y quiera ser monja; en que acabe por tomar el velo... y luego la mortaja.

La boda de Clara y D. Carlos de Atienza se celebró al cabo en un bello día del mes de Octubre de 1795, año y medio después de morir Doña Blanca. Los padres de D. Carlos vinieron de Sevilla para asistir á la boda. Los desposados se quedaron á vivir en la ciudad donde ha sido la escena de nuestra historia.

Lucía, cavilando sobre las causas de aquella poco menos que completa ruptura de relaciones, llegó á temer que Doña Blanca hubiese averiguado los amores de Clara con D. Carlos de Atienza, la presencia de éste en la ciudad y la entrada y protección con que contaba en su casa.

Lucía fué al despacho con su tío, y con acento conmovido, casi al oído del Comendador, leyó lo siguiente: "Mi querida Lucía: De sobra conoces lo mucho que te quiero. Considera, pues, cuánto me afligirá verte tan poco y no poder hablarte. Mi madre lo exige, y una buena hija debe complacer á su madre. No creas que mi madre ha sospechado nada de mis desenvolturas con D. Carlos de Atienza.

Convencida al fin de que el duque no se hallaba dispuesto a morder aquella manzana pasada, cayó arrepentida en los brazos del marqués. Blanquita H * estaba pasando las grandes ducas por Manolo L * y éste sin hacerle caso. ¿Y por qué no la quiere Manolo? preguntó Núñez . Blanquita es una preciosa criatura. Porque está enamorado de su mujer según dicen respondió Enriqueta Atienza.

Después se vio rodeada por aquellas amigas de última hora, Marcela Peñarrubia, Enriqueta Atienza, Rosita León y sus respectivos amantes que la asistían y la mimaban con asiduidad conmovedora. Pero en cuanto pudo salir a la calle fue a casa de Visita resuelta a enterarse adónde había ido su marido y correr a pedirle perdón. En ver a Clara y Tristán no soñaba siquiera.

Don Carlos de Atienza compartió la alegría de su mujer, y recordando que debía una especie de satisfacción al Comendador, el cual se había creído aludido cuando le oyó leer el idilio contra el viejo rabadán, compuso otro idilio en defensa de un rabadán no tan viejo y en alabanza del amor de los rabadanes.

Palabra del Dia

rigoleto

Otros Mirando