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Actualizado: 2 de junio de 2025
Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo.
La señora, que doña Cristina se llamaba, le recibió con muestras de mucho amor y de mucha cortesía, y don Quijote se le ofreció con asaz de discretas y comedidas razones. Casi los mismos comedimientos pasó con el estudiante, que, en oyéndole hablar don Quijote, le tuvo por discreto y agudo.
Asaz melancólicos y de mal talante llegaron a sus animales caballero y escudero, especialmente Sancho, a quien llegaba al alma llegar al caudal del dinero, pareciéndole que todo lo que dél se quitaba era quitárselo a él de las niñas de sus ojos.
Es, con todo, verosímil que el fondo y la gran masa acuática sean asaz pacíficos; de lo contrario, el mar no sería apto para llenar su gran función de madre y nodriza de los seres. Maury le llama, no recuerdo dónde, un gran criadero. Un mundo de seres delicados, más frágiles que los de la tierra, son mecidos, amamantados con sus aguas.
E este empeñamiento de rentas se ovieron asaz quantías de maravedís; pero porque todo este dinero se consumia é no bastaba á los grandes gastos del sueldo contino é otras cosas concernientes á la guerra, la reina envió todas sus joyas de oro é plata, é joyeles é perlas é piedras á las cibdades de Valencia é Barcelona, á las empeñar, é se empeñaron por grande suma de maravedís.»
Y otra voz silbada y misteriosa, la voz del viento en las ramas secas del plátano, le murmuraba con prolongado susurro: Sube, sube, sube. Subió. Al llegar al segundo peldaño tropezó pisándose el traje por delante, y sólo entonces echó de ver que su bata de merino negro, manchada por la asistencia, arrugada por las vigilias, era muy fea y de corte asaz descuidado.
La parte alta del pueblo, asaz reducida, tiene la cara que mira al Norte edificada á pico en el borde del abismo, negra, fría, azotada eternamente por el viento, de frente al Grande Océano. Allí sólo se ven míseras viviendas.
Abríle con curiosidad, y vi que, en efecto, era un sainete, cuyo argumento se reducía á poner de relieve algunas escenas muy parecidas á las que acabo de referir, presenciadas por dos forasteros, asaz pulcros y timoratos, que de vez en cuando salen de entre bastidores, donde están ocultos, á lanzar al público una andanada de muy saludables, pero muy pedantescas observaciones, contra la profana costumbre de las Buenas Glorias.
¿Hay exactitud en comparar estrictamente esas corrientes, como se ha hecho á veces, corrientes asaz distintas y no muy mezcladas, á los vasos, venas y arterias de los animales superiores? Rigurosamente hablando, no. Empero tienen cierta semejanza con la circulación menos determinada que los naturalistas han descubierto recientemente en algunos seres inferiores, moluscos y anélidos.
El tema es por cierto asaz importante, y los nombres de los oradores demasiado conocidos del público para que cualquier ciudadano no entre en apetito de presenciar este debate. Restregándome, pues, las manos y gustando anticipadamente con la imaginación sus ruidosas peripecias, tengo salido muchas veces diciendo: No faltaré, no faltaré.
Palabra del Dia
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