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Actualizado: 18 de noviembre de 2025


Si la Marquesa le hubiera exigido algo contrario a sus convicciones de artista no hubiese conseguido más que su dimisión. Era su lenguaje. Leía muchos periódicos antes de convertirlos en cucuruchos.

La noche llega. ¡Oh, quién pudiera vagar por las regiones del aire entre las brisas y los rayos de luz! El joven artista sintió una emoción intensa que enajenó su alma y la suspendió en un paraíso de inmortal claridad y alegría.

Y aquí tienes explicado de paso el porqué me detengo a veces en pormenores harto nimios, que desdeñaría como artista y a que no descendería como religioso.

La hablaba misteriosamente al oído, sin saber casi lo que decía; murmuraba en su sonrosada oreja palabras acariciadoras que le parecían dichas por otro y le estremecían al decirlas con escalofríos de pasión. , era verdad; aquella noche era la soñada por el gran artista: la noche de bodas del arrogante Mayo con su armadura de flores y la sonriente Juventud.

Ya solo, el artista tuvo un momento de horrible duda. Inmóvil, petrificado, veía delante de la mesa, y sobre la mesa la carta. Por fin marchó hacia aquélla, con paso de autómata, con paso de estatua. Tomó en sus manos los fatídicos renglones, titubeó todavía, hizo un movimiento como para rasgar la carta; después, con brusca decisión, la desplegó y la leyó.

Pero el interes principal para el viajero está en el admirable órgano de la iglesia, obra del artista Aloys Moser, que no tiene rival en Europa, ni en los famosos órganos de Berna y Harlem. Consta nada ménos que de 7,800 tubos, con 64 registros, y sus proporciones son tan enormes que algunos de los tubos miden 10 metros de longitud.

La dolencia de éste fue larga; en, tanto que duró no permitieron los médicos, por ahorrarle cavilaciones, que se le hablase de la restauración del templo, y aunque así no fuera, nada hubiera podido saber de lo que hacía Molina, porque el artista con nadie hablaba de su obra ni toleraba visitas. En cuanto el deán se puso bueno, su primera salida fue para ir al estudio.

«Tocaba Minghetti: ¡oh, bien se conocía que andaba allí arriba un artista! Había sido una atención delicada.... Los artistas al fin son poetas... ¡lástima que suelan ser además unos pillos!

Siempre recordaré el triste efecto que me causó, en obra tan bella como Eugenia Grandet, aquel pasaje en que el abate Cruchot, momentos después de llegar el primo de París, propone á boca de jarro á Mme. de Gramins que se deje cortejar por él con objeto de inutilizarlo. Vivir mecido en una suave idealidad es lo mejor que el artista puede hacer.

«¡Qué mujer! pensaba el infeliz a cualquier hora, en cualquier parte . ¡Quién había de imaginar que había mujeres así! ¡Oh!... todo esto es el arte... sólo una artista puede querer en esta forma tan.... deliciosamente exagerada».

Palabra del Dia

vengado

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