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Actualizado: 1 de julio de 2025
Después de los primeros disparos, y tan pronto como los artilleros afinaron la puntería y fijaron matemáticamente las distancias, empezó á notarse que la metralla producía sus efectos; los núcleos rebeldes desaparecían como bloques de hielo derretidos por el sol, y cada vez que las piezas de montaña hacían caer en sus filas una granada de shrapnell, que estallaba con terrible estrépito, veíamos rodar por tierra jinetes y caballos en confusión espantosa.
Los torreones de la propiedad de Desnoyers empezaban á atraer la puntería de los artilleros. Pensaba éste en la oportunidad de abandonar su peligroso observatorio, cuando vió que algo blanco, semejante á un mantel ó una sábana, flotaba en la torre de la iglesia. Los vecinos habían izado esta señal de paz para evitarse el bombardeo.
¡Bum-bum-bum! ¡qué se abra el telon! ¡bum-bum-bum! Los artilleros no eran los menos alborotadores. Los émulos de Marte, como los llama Ben Zayb, no se contentaban con esta música; creyéndose tal vez en una plaza de toros, saludaban á las señoras que pasaban delante de ellos con frases que por eufemismo se llaman en Madrid flores cuando á veces se parecen á humeante basura.
La cuaresma pasó con su semana santa, con su cortejo de procesiones y ceremonias, sin más novedad que un misterioso motin de los artilleros, cuya causa jamás se llegó á divulgar.
Los golpes dados con las palancas, las escobillas y los sables, únicas armas de que disponían los artilleros, llovían a su alrededor como una granizada; pero eran parados de firme, y cada estocada devuelta hacía rodar a un hombre.
En pocos minutos rodó por el suelo todo el personal: muerto el capitán y varios soldados, heridos los oficiales y casi todos los sirvientes de las piezas. Sólo quedó como jefe Laurier el Impasible así lo apodaban sus camaradas , y auxiliado por los pocos artilleros que se mantenían de pie, siguió disparando, bajo una lluvia de hierro y fuego, para cubrir la retirada de un batallón.
El vecindario vió escuadrones de spahis, de teatrales uniformes, montados en sus caballitos nerviosos y ligeros; tiradores marroquíes con turbantes amarillos; tiradores senegaleses de cara negra y gorro rojo; artilleros coloniales; cazadores de África.
Pero en cada claro asomaba otro soldado azul, y el frente de columna se rehacía al instante, acercándose imponente y aterrador. Acelerábase su marcha al hallarse cerca; iban a caer como legión de invencibles demonios sobre las piezas para clavarlas y degollar sin piedad a los artilleros.
«Los artilleros decía sin suspender por un momento la acción de engullir , hacen mucha falta a bordo. ¿Qué es de un barco sin artillería? Pero donde hay que ver los efectos de esta invención admirable de la humana inteligencia es en tierra, Sr. D. Alonso.
Nuestros soldados sacaban fuerzas de su espíritu, porque en el cuerpo ya no las tenían. Hasta los artilleros empezaban a desfallecer, y heridos casi todos los primeros de izquierda y derecha, atacaban los segundos, daban fuego los terceros, y el servicio de municiones era hecho por paisanos.
Palabra del Dia
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