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Actualizado: 8 de julio de 2025


Maravillóse al ver magníficos puentes, puesto que estaban destinados á pasar un arroyuelo que sin mojarse los piés se vadea las quatro quintas partes del año; pasó por calles anchas y magníficas, llenas de palacios á una y otra acera, y entró por fin en casa de la dama que con una sociedad de personas decentes le esperaba á comer.

Todos estos árboles y estas rocas de granito parecían destinados á hacer un misterio del curso de este arroyuelo, temiendo quizás que su incesante locuacidad revelase las historias de la antigua selva.

¿Y estará allí el ministro? preguntó Perla, ¿y extenderá las dos manos hacia , como hizo cuando me llevaste á su lado desde el arroyuelo? estará, respondió su madre, pero no te saludará hoy, ni tampoco debes saludarle. ¡Qué hombre tan triste y tan raro es el ministro! dijo la niña como si hablara en parte á solas y consigo misma.

Sin embargo, no debía de ocultarse el sol aquel día sin que Roger viese por mismo un ejemplo inolvidable de la ley durísima de aquella época y de la más pronta distribución de justicia que jamás presenciaron ojos humanos. En el centro del valle había una hondonada por la que corrían las aguas de cristalino arroyuelo.

Y en el agua del arroyuelo se reflejó una vez más la colérica imagen de Perla, coronada de flores, golpeando el suelo con el pie, gesticulando violentamente y apuntando con el dedo índice al seno de Ester.

Hallaron á las diez del dia, en la costa del sur, un arroyuelo que baja de una fuente bastantemente caudalosa, que está en lo alto de la quebrada de un cerro, y dista cinco leguas del puerto. Es de agua dulce, pero algo pesada, como agua de pozo. Está en sitio acomodado para llegar cualquier lancha á cargar en plea mar en el mismo arroyuelo que baja de la fuente.

¿Conoces ahora á tu madre, niña? le preguntó con acento de reproche, aunque en un tono moderado. ¿Quieres atravesar el arroyo, y venir á donde está tu madre, ahora que se ha puesto de nuevo su ignominia, ahora que está triste? , ahora quiero, respondió la niña atravesando el arroyuelo, y estrechando á su madre contra su pecho. Ahora eres realmente mi madre, y yo soy tu Perlita.

Se me figura que este arroyuelo forma el límite entre dos mundos, y que nunca más has de encontrar á tu Perla. ¿Ó acaso es ella una especie de duende ó espíritu encantado á los que, como nos decían en los cuentos de nuestra infancia, les está prohibido cruzar una corriente de agua? Te ruego que te apresures, porque esta demora ya me ha puesto los nervios en conmoción.

Perla, sin responder de ningún modo á estas melosas expresiones, permaneció al otro lado del arroyuelo, fijando los brillantes ojos ya en su madre, ya en el ministro, ó incluyendo á veces á entrambos en la misma mirada, como si quisiera descubrir y explicarse lo que había de común entre los dos.

Voy á llamarla. ¡Perla! ¡Perla! Desde aquí la veo, observó el ministro. Allí está, en medio de la luz del sol, al otro lado del arroyuelo. ¿De modo que crees que la niña me amará?

Palabra del Dia

buque

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