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Gabriel, salvo raras excepciones, no encontraba en aquellas bandas mal armadas y peor vestidas quien pelease por un ideal determinado.

II, cap. Es de observar cómo en las expediciones y armadas del siglo XVI, lo mismo en África que en América ú Oceanía, cualquiera que fueran el objeto, el término y las dificultades, iban mujeres españolas decididas á compartir los trabajos del soldado, sin aspiración á la gloria que pudiera caberle.

Sobre una grada, un gran número de mujeres del pueblo, armadas de una caña hueca, en cuya punta había un trozo de cuerno que ajustaban al pico del agua que corría por el caño así formado, siendo recogida en una ánfora tosca de tierra cocida.

Dos galeras monegascas figuraban siempre en las armadas de España... Sólo cuando la decadencia de los Austrias empezó á hacernos perder nuestra influencia europea nos abandonaron los Grimaldi, con la precipitación del que huye de una casa que se viene abajo. Richelieu hacía en aquellos momentos la grandeza de Francia, y se fueron con él.

Cerca de la altura en cuya cumbre estaba la Galería de la Industria, notó un movimiento extraordinario. Llegaban por diversas avenidas batallones de mujeres armadas con arcos y lanzas. Vió presentarse además un escuadrón de la Guardia gubernamental y numerosos destacamentos de la policía masculina y barbuda, que abandonaban la vigilancia de las calles para acudir á esta concentración guerrera.

Relatan cosas ocurridas hace unos meses, y parece que recitan las remotas hazañas de Marko Kralievitch, el Cid servio, que peleaba con las wilas, vampiros de los bosques, armadas de una serpiente á guisa de lanza. Estos hombres que evocan sus recuerdos en un bar de París han vivido hace unas semanas la existencia bárbara é implacable de la humanidad en su más cruel infancia.

Con este seguro desembarcó todos los que quisieron ir al Castillo donde Fernan Jimenez habia retirado. Dieronles cincuenta carros, y con doscientos caballos de Turcos y Turcoples de escolta, y cincuenta Cristianos les enviaron al Castillo. A los que no quisieron quedarse, ni con Rocafort ni con Fernan Jimenez, se les dieron barcas armadas hasta Negroponte.

Con esto se partió del ejército con un vajel de veinte remos, y dos barcas armadas, en que puso su hacienda, y la de sus camaradas, y criados. Llegó á la isla de Tarso donde el Infante le esperaba, y en ella se detuvieron algunos dias para tomar bastimentos, y consultar la navegacion que havian de hacer.

En la expedicion que pasó presentemente á esta costa, mandada por D. Juan de la Piedra, veo que se ha descubierto una gran bahía, y en ella, de la parte del sud, un puerto por la latitud de 42 grados 10 minutos, que por su dilatada grandeza y admirable fondo puede admitir en las mayores armadas.

Continuaba hacia el Norte el férreo rodar de las masas armadas. Desnoyers vió un tren de heridos procedentes de los combates de Flandes y Lorena. Los uniformes de fatigada suciedad se refrescaban con la blancura de los vendajes que sostenían los miembros doloridos ó defendían las cabezas rotas.