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Actualizado: 24 de junio de 2025


Despues de dirigir la última mirada al cuadro español, con cierto orgullo nacional, pasamos á una galería, y luego á un salon, en donde no hay otras pinturas que la apoteosis de Catalina de Médicis, por Rubens, por el gran Rubens.

Si yo fuese rico, daria por estos dos palmos de lienzo, tanto como dió el Louvre por la ASUNCION. Este pequeño cuadro vale más que la apoteosis de Rubens, no menos que la Vírgen que hemos visto hace poco. Apenas se concibe que pueda presentarse un pasaje tan trivial de la vida humana, de un modo tan encantador, tan elevado, tan filosófico, tan perfecto.

Quedaba aún la parte más pintoresca de la ceremonia, que había de ser para Jacobo la apoteosis del triunfo. Retirado el rey a sus habitaciones, salieron de la antecámara por orden de antigüedad los Grandes recién cubiertos, para ser presentados al Cuerpo de Alabarderos.

No es el elogio, sino la apoteosis la que hago de Rivadavia y su partido, que han muerto para la República Argentina como elemento político, no obstante que Rosas se obstina suspicazmente en llamar unitarios a sus actuales enemigos. El antiguo partido unitario, como el de la Gironda, sucumbió hace muchos años.

En ninguna parte del mundo tiene la prostituta la instruccion y la fascinacion teatral que en Paris: en ninguna parte del mundo tiene la fantasía tantas imágenes y tantas formas para embellecer la fealdad: en ninguna parte del globo conocido se hace de la prostitucion una especie de apoteosis ó de reinado.

Por algo a modo de violenta reacción espiritual, hay momentos en que para no estar abatidos nos ensoberbecemos más de lo justo, ponderamos el mérito de nuestros hombres y de nuestras cosas de los tiempos pasados, y hasta llegamos a hacer la apoteosis, o al menos los más superlativos encomios, ya de esto, ya de aquello de los tiempos presentes.

El Magistral iba presidiendo el duelo de familia: no era pariente del difunto, pero le había sacado de las garras del Demonio, según Glocester, que se quedó en la sala capitular murmurando. «Aquello más que el entierro de un cristiano fue la apoteosis pagana del pío, felice, triunfador Vicario general». En efecto, el pueblo se lo enseñaba con el dedo: «Aquel es, aquel es, decía la muchedumbre señalando al Apóstol, al Magistral».

Y los naturales se habían enriquecido vendiendo á metros la luz del sol, el azul del Mediterráneo, el anaranjado de las montañas, las nubes de apoteosis á la hora del ocaso, el abrigo de la lejana roca, que desvía como un biombo el soplo helado del mistral. ¡Y la tenacidad inexplicable de algunas de estas gentes!...

Todo eran plácemes, sonrisas, invitaciones, encargos... Yo, en el caso de Julio Antonio, me hubiese alarmado sobremanera. ¿Tan malo estoy? me hubiese dicho. Y Julio Antonio, que realmente estaba muy malo, se murió. Probablemente hubiese podido tirar todavía una temporada; pero, yo no si por amabilidad o por buen gusto, se murió en plena apoteosis. ¡Hizo bien!

Bebía el «pobre Alfredo» para llenar el vacío de su vida frustrada sentimentalmente, pero nunca le debió nada al alcohol; sus borracheras fueron «obscuras», como el fondo de una sima, y al cabo la llama azulenca le abrasó el cerebro y sufrió el horrible dolor de la impotencia en plena apoteosis de gloria y de juventud.

Palabra del Dia

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