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Actualizado: 11 de junio de 2025
El sabio fisiólogo había conocido a primera vista una de esas enfermedades de languidez en las que la inercia del enfermo paraliza los esfuerzos del médico y en las que el abatimiento moral hace inútil la ciencia más profunda. Tendrá usted que usar de toda su influencia, señorita, para galvanizar esta energía que se apaga.
Es tímida y es ingénua, sincera en sus sentimientos y sabe cubrir de rosas celestes nuestros caminos cuando se apaga, entre el lloro de los ojos macilentos y gritos de horror, la estrella de nuestros pobres destinos.
En una de sus escenas más brillantes aparece el ejército cristiano, encerrado en Cuzco, ciudad conquistada, cuyas casas de madera han incendiado los indianos para acabar con sus enemigos; pero la Virgen María, invocada por Pizarro, viene en ayuda de sus devotos: se aparece rodeada de ángeles sobre la ciudad incendiada, y apaga el fuego.
La energía, ó, mejor dicho, la inspiración que lo sostuvo mientras pronunciaba el sagrado mensaje que le comunicó su propia fuerza, como venida del cielo, ya le había abandonado después de haber cumplido tan fielmente su misión. El color que antes parecía abrasar sus mejillas, se había extinguido como llama que se apaga irremediablemente entre los últimos rescoldos.
«¡Fuego, brillante fuego! gritó el infeliz , tú, que eres tan poderoso y tan resplandeciente, duélete de mi situación; reprime tu ardor, apaga tus llamas, no me quemes.» Acércate y verás lo que es bueno.» Y en efecto, no se contentó con dorarle, sino que le abrasó hasta ponerle como un carbón. Al oír esto, los ojos de Paca se llenaron de lágrimas.
El tiempo pasa. El juramento se olvida. El amor se apaga. »Clara, al conocer sus nuevos compromisos, le pregunta: «Otra bien amada obtiene tus atenciones; ¡el que ocupa a todas horas mi pensamiento ha podido hacerme traición!» »Clara le perdona, le llora y se dispone a morir...
Por sobre él pasan unas nubes negras... las ilusiones que fueron mías, y ahora son... de nadie... no son ilusiones de nadie... ¡Qué soledad! Todo se apaga, todo llora... el mundo se acaba... se acaba. No quiero padres, no quiero hermanos... Quiero ir con mi madre. ¿Dónde está su sepulcro?
¡Mi hija!... Tú mientes.... Corro a ver.... Diciendo esto con entrecortados rugidos, Maricadalso saltó de su asiento, como azorado gato, y salió a escape. Oyéronse sus violentes pasos extinguiéndose en la escalera, como se apaga el ruido de la piedra que chocando y rebotando se precipita en el abismo.
Ya le parecía que por ventanas y puertas entraba una horda de facinerosos armados de puñales, pistolas, cuerdas y otros instrumentos horribles. Cierra bien. Apaga esa luz. ¿Si se irán á entrar por esa ventana? dijo señalando un tragaluz por donde el gato, que tanto respeto inspiraba al señor de Batilo, entraba con dificultad. Aquel tragaluz daba á un patio perteneciente á la misma casa.
El desprecio iba, pues, sofocando en su corazón todo afecto, como la nieve apaga la llama del holocausto en el altar en que arde. Ya no existía para él la mujer a quien había cantado en sus versos y que en sus sueños le había seducido.
Palabra del Dia
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