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Malambruno se da por contento y satisfecho a toda su voluntad, y las barbas de las dueñas ya quedan lisas y mondas, y los reyes don Clavijo y Antonomasia en su prístino estado.

En lo alto residía el establecimiento patronil de La Riojana,antonomasia imperecedera que se conservó por tres generaciones.

Visanteta dio con un codo al cochero y le habló al oído. Era don Juan, el hermano de la señora, aquel de quien todos hablaban mal en casa, aunque con cierto respeto, llamándole por antonomasia «el tío». Los ojillos de don Juan, inquietos e investigadores, revolvíanse en sus profundas cuencas rodeadas de grietas.

Quedaba por comprar el pavo, los turrones y otras cosas que tenía en memoria. Ella aguardaría en la «tienda». Y esta palabra bastó para que la entendieran, pues en casa de doña Manuela, la «tienda» era por antonomasia el establecimiento de Las Tres Rosas, y fuera de ella no se reconocía otra tienda en Valencia.

Allí estaba su ángel bueno, la que él llamaba por antonomasia «la señora». Acordábase, conmovido, de las palabras de la buena anciana cuando le prometía buscarle una esposa que le hiciese feliz. Señora, la compañera estaba allí: venía a saludarla, agradecida por lo que había hecho con él.

No bastó la tradicional benevolencia de los profesores para que Trabuco consiguiera hacerse licenciado en ambos derechos. Una vez le preguntaron en un examen: ¿Qué es un testamento, hijo mío? Testamento... ello mismo lo dice, es el que hacen los difuntos. Además de Trabuco le llamaban el Estudiante, por una antonomasia irónica que él no comprendía.

Este rio es el mayor de Patagonia: se vacía en el Océano occidental, y es conocido por varios nombres; como el segundo Desaguadero, ó el Desaguadero de Nahuelhuapí. Los españoles le llaman el gran Rio de Sauces, algunos indios Choelechel; los Puelches, Leubu-comó, ó el rio por antonomasia, y Curú-leubú quiere decir rio Negro, que es el nombre que le dan los Guilliches y Peguenches.

Su camarada íntimo, el único que podía vivir con él varios días seguidos, era un conde francés, más viejo que Lewis, y al que se designaba únicamente por su titulo, como si no tuviese apellido, como si fuese «el conde» por antonomasia.

Eso debía de ser». «Necesitaba arrojar la careta, dar rienda suelta a su mal ánimo, pisar algo con ira...». Se dirigió a Palacio. Así se llamaba por antonomasia el del Obispo.

Los chuetas de ahora, los únicos mallorquines de origen judío conocido, eran los descendientes de los últimos convertidos, los nietos de las familias en las que se había ensañado la Inquisición. Ser chueta, proceder de la calle de la Platería, a la que se llamaba por antonomasia «la calle», era la peor desgracia que le podía ocurrir a un mallorquín.