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Pero ¿qué responder al señor chantre, si por acaso lee estos renglones? ¡Perdóneme el reverdecimiento extemporáneo que denotan las anteriores frases, y crea que á también se me alcanza, aunque no lo practique, que lo mejor de todo es envejecer y morir tan santamente como envejece y morirá su señoría!

Luego, en el recibidor de la cárcel, bajo la cruda luz artificial, esta mujer empenachada, cubierta de alhajas, exhalando sus ropas un lejano perfume, recuerdo de los tiempos felices, se movió con desembarazo entre los hombres vestidos de negro y los uniformes azules. Dos religiosas que le habían acompañado en los días anteriores parecían más impresionadas que ella.

Así produje EL PARAÍSO DE LAS MUJERES. Esta historia fantástica, que se despega por completo de mis novelas anteriores, no ha nacido verdaderamente ahora, pues data de los tiempos de mi infancia. Desde que leí, siendo niño, los Viajes de Gulliver, el recuerdo de Liliput y sus pequeños habitantes se fijó para siempre en mi memoria.

Otros, por encima de ellos, ocupaban, como si fuesen bancos, los mástiles de las grúas colocados horizontalmente. Algunos, con aire señoril, dormían arrellanados en sillones plegadizos de lona vieja, recuerdo de anteriores viajes. Correteaban bandas de muchachos medio desnudos, yendo a refugiarse entre las rodillas femeninas en los azares de su persecución.

Los hombres que se esfuerzan por decir cosas nuevas no hacen más que repetir con diversas palabras lo mismo que los muertos dijeron hace siglos y siglos. Lo que consideramos más espontáneo y personal en nosotros nos lo dictan ocultos maestros tendidos en su lecho de tierra, los cuales, a su vez, aprendieron la lección de otros muertos anteriores.

Cuando el autor del Don Quijote, tras larga interrupción, se consagró de nuevo en sus últimos años á escribir comedias, ó, como según parece, había modificado sus ideas anteriores acerca de la esencia del drama, ó como siguió los pasos de aquéllos que antes criticara, cedió, sin duda, no teniendo otro recurso, á las exigencias del público.

Y lo que la ciencia divina no ha podido realizar en 18 siglos de ayunos, penitencias, excomuniones, autos de fe, procesiones, rogativas, peregrinaciones, exorcismos, misas y novenas: la disminución de la perversidad humana, que era su principal objetivo, la ciencia humana lo ha realizado en uno solo, haciendo adelantar más a la humanidad en los últimos cien años que en los cien mil años anteriores.

Salía el tribuno primero, y le decía al tribuno segundo si había visto á Cayo; el tribuno segundo le contestaba al tribuno primero que no; pero después venía el tribuno tercero y decía á los dos anteriores que Cayo estaba en casa del sacerdote Ennio Sofronio, y que después vendría á confiarles sus planes en la plaza pública.

En una situación semejante, aunque no enteramente igual, se hallaba, á mi juicio, el que se propusiera escribir la historia del teatro español; sin duda existían otros trabajos anteriores, no como sucedía con la historia literaria de Persia, pero tampoco había obra alguna en que se hubiese tratado de esta materia hasta apurarla; no podía suponer en los lectores un conocimiento general de los dramáticos españoles, ni era dable tampoco aludir sólo á las obras originales, para que los lectores completasen su estudio, siendo tan raros los libros antiguos españoles.

Aquel respeto y amor filiales se transformaron con un soplo en pasión y deseo. Todo esto era gracioso, original; tenía un fondo estético que en ninguno de sus amores anteriores había encontrado.