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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Y Quevedo se asió al brazo de don Juan, y en silencio entrambos, porque el joven estaba más para pensar que para hablar, y Quevedo más que para andar y hablar para dormir, tomaron el camino del alcázar. Don Francisco se fué derecho, como quien tanto conocía el alcázar, al postigo de los Infantes y llamó. Al primer llamamiento nadie contestó.

Después de mirarlas como si nunca en su vida hubiera visto luces, salió de la Terrible y subió hacia la Trascava. Antes de llegar a ella sintió pasos, detúvose, y al poco rato vio que por el sendero adelante venía con resuelto andar el señor de Celipín.

Sin aguardar respuesta echó á andar D. Fadrique, y D. Carlos, si bien con disgusto, no pudo menos de seguir sus pasos.

Entre sus papeles había una carta para mi padre, en donde se decía: «... eres bueno; pero eres algo ganso, y no vales para andar solo por el mundo. Te dejo en mi testamento un pequeño legado, que si lo manejas, la del humo. Por lo tanto, de que yo me haya muerto, vas con tu hijo a Pilares.

Todavía estaba en el «Annie Curtis», pero como la barca se hallaba en dique seco, él, según me dijo, había querido bajar a tierra para andar de jarana. Permaneció aquí dos días, y con su pequeña máquina fotográfica, adquisición muy reciente, evidentemente, anduvo sacando toda clase de vistas, incluyendo la de esta casa.

Mi sobrinita le quiere a usted... Usted la quiere a ella... Se casan ustedes, y en paz. Para llegar ahí hay mucho camino que andar. Se andará dijo Isabel. Bueno manifestó el conde sonriendo y dirigiéndose a la vez a su hija y a . ¿Y qué quieren ustedes que yo haga en este asunto?

El recuerdo de aquellos momentos de gran ansiedad lo hizo ponerse en pie: se volvió en dirección al lago, echó a andar, extendiendo el brazo como en busca de un sostén, cual si estuviera ebrio. La dulzura del recuerdo lo embriagaba, , lo substraía a la tristeza presente. Pero la ensangrentada imagen reapareció y el corazón se le oprimió de nuevo.

A las personas educadas entre una sociedad escogida se las conoce sólo por el modo de andar y por el modo de contemplar los objetos todos.

"Yo puse en este caso diligencia Mirando las estrellas y planetas; Tambien tuve gran cuenta y advertencia En ver andar errando los cometas, Y enseñame tambien ya la experiencia, Por ver otras naciones ya sujetas, Que no han de bastar fuerzas ya de manos Contra el poder soberbio de cristianos."

«Un marino» no era capitán, ni contramaestre, ni simplemente marinero; era, por precisión, tercero, ó examinado de segundo, ó, á lo sumo, piloto en efectividad. Cuando estudiaba en el Instituto, no se había embarcado jamás, y, sin embargo, ya era tostado de color y cargado de hombros, y se balanceaba al andar...; en fin, ya olía á brea y alquitrán.

Palabra del Dia

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