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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Un regalo, sí señor; no parece sino que es el primero. Pide por esa boca, por esa boca. ¿Pero es de veras? ¡Qué rico de Pe-ri-co! exclamó la anémica cantando . ¿Me comprarás lo que se me antoje? Vamos a las tiendas exclamó él, y echó a andar.
Feli, a pesar de su debilidad, encontraba fuerzas para animarle. Se acababa el dinero y no tenían esperanzas de que llegase más. Pero ella le ayudaría: estaba habituada al trabajo. Y la pobre muchacha, anémica por la falta de nutrición, abrumada por el peso de su vientre, tuvo un arranque de energía sobrehumana, de esos que únicamente puede realizar la nerviosidad femenil.
Es cierto, que ahí está don Bernardino Esteven, pero malos vientos soplan también de ese lado; la fortuna de don Bernardino está anémica, dicen, y su caída no es sino cuestión de tiempo. ¡Perfectamente!
Diecinueve siglos llevaba de reinado; la cantaban los poetas como inspiración divina; la ensalzaban los felices como la mayor de las virtudes, y el mundo estaba igual que el día en que apareció ella por primera vez con la doctrina del Cristo. La experiencia resultaba suficientemente larga para apreciar su inutilidad. Era la más impotente y anémica de las virtudes.
¡Ay, Periquillo del alma! gritó la anémica, que con su fino oído no perdía palabra . ¿Me dejas, eh? ¿Qué daño me ha de hacer eso? Ande usted, Miranda, interceda usted por mí. Hombre, alguna vez.... Puede que le sirva de alivio, distrayéndola. No haga usted caso, Gonzalvo.... Dice el señor Duhamel que no.... ¿quién lo sabrá mejor, el médico o ella?
Cuando tales ideas en tropel se le venían a la mente, un pajarillo descendía de un árbol, y oíase el batir de sus alas en el aire. Andaba algún tiempo a brincos por las calles de arena rebotando en las hojas secas; al acercársele Lucía daba de pronto un voleteo yendo a posarse en la cima más alta de las acacias rumorosas. Solía la voz de la anémica romper el encanto.
Yo le conozco mucho, hace tiempo aseveró Pilar, que como todas las jóvenes de la clase media introducidas en la buena sociedad, tenía prurito de conocer al mundo entero. ¿Tú... le conoces hace tiempo? murmuró Lucía, subyugada y ofreciendo a la anémica el brazo para que se apoyase. Sí, mujer. Va cada año a Madrid, a veces por todo el invierno, pero generalmente un mes o dos de primavera.
Desde luego fomentó el trato de las dos, y concertaron salir reunidos para Vichy. Las noticias dadas por su hermano acerca de Lucía y Miranda lograron aguzar singularmente la hambrienta curiosidad de la anémica, y su olfato fino percibía no sé qué emanaciones novelescas en los sucesos acaecidos al matrimonio.
Palabra del Dia
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