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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Por fin, me harté. Un día me mandaron a la fuente con la chica, que ya tenía nueve años. La condenada fingió ir de buena gana, y a mitad de camino, escabullándose en los portales de la plaza, se metió a jugar en el corral de unas amiguitas. Allí se estuvo tres horas largas, mientras me volvía loca buscándola.

Por último, las dos amiguitas y otras que se acercaron movidas de la curiosidad, y hasta la propia doña Calixta, que solía descender a la familiaridad con las alumnas ricas, reconocían, por encima de todo sentimiento envidioso, que ninguna niña tenía cosas tan bonitas como la de la tienda de Filipinas. iii

Pero con las amiguitas que ahora iban a acompañarla por las noches, no tomaba ninguna precaución. «Madres tienen», decía, o «con su pan se lo coman». Y añadía siempre lo de: «Mientras no falten a lo que se debe a esta casa...». Uno de los que más partido habían sacado de estas ideas de la Marquesa y de su tertulia era Mesía.

El ministro inglés pretendía echar pie a tierra por el peligro que corría su hijo; le hice observar que las piernas de la mula eran más seguras que las suyas y no se desmontó. Puse un mozo de pie a la brida de la señora y me encargué personalmente de mis amiguitas del palanquín.

Dos ó tres hidalgos; otras tantas señoras machuchas; dos jóvenes amiguitas de Lucía, sobrina de D. Fadrique; un respetable señor cura y un caballerito forastero y muy elegante componían la reunión de casa de D. José, que empezó antes de que anocheciera. Nadie llamó la atención de D. Fadrique, que era harto distraído.

Mientras tanto, las niñas de Pajares, las de López el famoso bolsista y otras amiguitas posesionábanse de los balcones, convirtiéndolos en pajareras con su charla graciosa y sus ruidosas risas. La plaza era un mar multicolor de cabezas.

Y una vez le sucedió a Nené una cosa muy rara: le pidió a su papá dos centavos para comprar un lápiz nuevo, y se le olvidó en el camino, se le olvidó como si no hubiera pensado nunca en comprar el lápiz: lo que compró fue un merengue de fresa. Eso se supo, por supuesto; y desde entonces sus amiguitas no le dicen Nené, sino «Merengue de Fresa». El padre de Nené la quería mucho.

Y se conoce que Nené no les quiere dar trabajo a sus amigas; porque cuando juega a paseo, o a comprar, o a visitar, siempre llama a sus amiguitas; pero cuando va a hacer dulces, nunca.

Casi todos los días, al sonar las seis de la tarde, despojábase de la gravedad del notario y partía para Maisons-Lafitte, donde había alquilado un chalet, y adonde acudían a verle sus amigos y hasta sus amiguitas. Jugaban en el jardín a toda clase de juegos campestres, y os garantizo que el columpio nunca holgaba.

Mariana se encontraba ya en París cuando el matrimonio de Beatriz, e historiaba a sus adorables amiguitas aquella ceremonia. Efectuóse en la iglesia de Passy, y Beatriz había querido que fuera muy sencilla a causa de su luto y de las pasadas desgracias de familia: además, hubo poca gente a causa de la estación, mediado de octubre, en que todo el mundo elegante está aún fuera de la gran ciudad.

Palabra del Dia

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