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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Cuando los emperadores romanos, modelo de todos los que les han sucedido en la historia de la autoridad, tenían interés en deshacerse de un enemigo sin necesidad de derramar sangre, se limitaban á desterrarlos á un oasis, y poco tiempo después tenían la alegría de saber que la muerte había hecho rápidamente el servicio esperado.

Aquella alegría indescriptible, tan vehemente y aguda, que llegaba á ser dolorosa, con que el dramaturgo novel veía acercarse la noche de su primer estreno, es algo precioso que va amortiguándose, por grados insensibles y fatales, en el curso soporífero, interminable, de los ensayos.

Entró a la sazón Moreno Isla, y le recibieron con exclamaciones de alegría. Llamole la señora y le dijo: «¿Tiene usted cascote?».

¡No lo creas, Lucía! exclamó el joven, dando a su exclamación mayor fuego del que le hubiera correspondido si no se hubiera tomado un poco de trabajo. ¡Te adoro... te adoro con pasión loca... frenética! Eres el único pensamiento dulce que anima mi existencia... Pídeme la vida, y me verás darla con alegría...

Arrepentido de su inevitable alegría, el paisano sacudió la cabeza a guisa de oración fúnebre, se echó hacia atrás en la silla, sacó la petaca y se dispuso a fumar un cigarro a la memoria de aquellos malogrados jóvenes.

Ahora pues, cotejese las ventajas que gozaban los de Sierra Morena con las infelicidades de los de San Julian y Rio Negro, y justamente podrá decirse que allí todo era gusto y alegria, y aquí todo infelicidad y tristeza.

Tal vez enfermase, para que todos en la isla la compadeciesen, y sin embargo, su alegría era inmensa, la alegría de una venganza incubada durante muchos años, viendo a un Febrer, al hijo del hombre odiado, sumido en lo que consideraba la más afrentosa de las deshonras... ¡Y él, empujado por las angustias de la ruina, tendría que proporcionarle este placer casándose con la hija de Valls!... «¡Ah, miseria

La alegría que sienten es comunicativa: quien les mira se ríe; no son beodos que inspiren miedo ni repugnancia, ni dan asco; su borrachera tiene ese algo respetable que merece el placer ajeno siendo inofensivo.

Cuatro veces dieron lugar las botas para ser empinadas; pero la quinta no fue posible, porque ya estaban más enjutas y secas que un esparto, cosa que puso mustia la alegría que hasta allí habían mostrado. De cuando en cuando, juntaba alguno su mano derecha con la de Sancho, y decía: -Español y tudesqui, tuto uno: bon compaño. Y Sancho respondía: Bon compaño, jura Di!

A cada rasgo la distrae con sus gritos de alegría una hermosa niña de cuatro años.

Palabra del Dia

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