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Actualizado: 8 de junio de 2025
Iba a decirle todo lo que sentía; llegaron las palabras a mis labios, y debió traicionarme mi fisonomía, porque ella hizo un gesto en el que yo adiviné toda su recelosa curiosidad y la alarma con que miraban sus grandes y húmedos ojos negros, pero en aquel instante, pensé en mi pasado, contemplé con la rapidez del relámpago mi presente, y el honor, ese frío guardián de las pasiones, selló mis labios.
Entonces hubo un momento de confusión grandísima, de alarma verdadera: algunos hombres de a pie y de a caballo se lanzaron sobre el coche con los bastones enarbolados, para hacerlo salir de la fila.
Si a sus hijos todo los alarma; todo paso adelante o atrás los inquieta, y ni por la gloria celestial, que es cuanto hay que ofrecer, fijarían un clavo fuera del sitio en que le fijaron sus abuelos.
Descendía rápidamente el sol a su ocaso, caía sobre el jardín la sombra; Sardiola, el lebrel fidelísimo que había dado el ladrido de alarma, no estaba ya allí. Lucía miró en torno suyo con ojos vagos, y llevose las manos a la garganta oprimida.
En vano fue que varios periódicos revolucionarios y descreídos dieran la voz de alarma. El Madrid devoto estaba entusiasmado: las Hijas de la Salve y la Limosna de la luz hacían prodigios.
Mauricio soltó su presa y dijo en un tono que no admitía réplica: Nos vamos mi mujer y yo. Usted va á conducirnos hasta el extremo del parque; allí quedará libre y no tendremos nada que temer de usted ni de los suyos. Vaya usted delante y al menor intento de despertar la alarma, no le dejo hueso sano.
Amanecía una mañana en una esquina de Buenos Aires un figurón pintado en papel con una cinta flotante de media vara. En el momento que alguno la veía, retrocedía despavorido llevando por todas partes la alarma, entrábase en la primer tienda y salía de allí con una cinta de media vara.
Tenía la seducción de la pureza confiada en sí misma, que por nada se alarma, que nada teme: iba de acá para allá, y me lo revolvía todo. ¡Cómo se conoce que aquí no hay una mujer! decía: polvo por todas partes, ¡y un desorden!... todo lo que hay aquí es bueno y bello; pero sería más bello, parecería mucho mejor, si estuviese colocado en su sitio.
Muy celoso de su habilidad en la esgrima, a pesar de frecuentar asiduamente la sala de armas, ejercitábase también en su casa, tal vez para no hacer sabedor al público de todos los secretos de su manejo. La aparición de aquel hombre, en medio de los pensamientos que preocupaban a Juana y a su madre, las llenó de admiración y alarma.
¡Turba el nocturno sosiego súbita alarma, y entonces a gran campana de bronce toca a fuego! ¡Qué terrífica pavura la siniestra nota augura! Es desesperado ruego desgarrador y tenaz al rojo elemento ciego cada instante más frenético, cada instante más voraz!
Palabra del Dia
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