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Actualizado: 20 de julio de 2025
Hay que armarse a veces de mucho aguante, eso sí, porque en un rebaño, ¡zancajo! no todas las bestias son de una misma condición; pero las mejores de éste son las más; y con tal de no pedir castañas al camueso... Vamos, que te ha de entretener, si es que te avezas a ello... y Dios lo haga así.
Era Ballester, quien al verla, se quedó algo cortado. «¿Viene usted a esta casa? le dijo la dama . Pues tómelo con paciencia, que el pájaro voló. La señora esa se ha ido a la calle. Dentro están el chico y la criada; pero como se llevó la llave, no podemos entrar. Aguante usted el plantón, como yo, si no tiene prisa, que ya no puede tardar». ¡Pero si le habíamos prohibido que saliera!
Y no era el escándalo de estas sinceridades lo que la mortificaba al acordarse de ellas, pues estaba curada de ciertos espantos y había en su naturaleza, relativamente fría, y si no fría, serena y bien equilibrada, aguante para mucho más; sino la coincidencia inesperada del fruto de sus largas y minuciosas investigaciones por el organismo, digámoslo así, del medio ambiente en que respiraba y se movía, con las teorías expuestas por Sagrario.
En mis manos, cuidadas ahora con el esmero de las manos de una princesa, sentí bullir la comezón y el prurito de hartar a aquel inglés de bofetadas y de arañazos. Pero su corrección, su calma y su serenidad impasible me contuvieron y lo aguanté todo.
147 Entre cuatro bayonetas me tendieron en el suelo; vino el mayor medio en pedo y allí se puso a gritar: ¡pícaro, te he de enseñar andar reclamando sueldos! 148 De las manos y las patas me ataron cuatro cinchones; les aguanté los tirones sin que ni un ¡ay! Se me oyera, y al gringo la noche entera lo harté con mis maldiciones.
345 No hay juerza contra el destino que le ha señalao el cielo, y aunque no tenga consuelo, ¡aguante el que está en trabajo! ¡Nadies se rasca pa abajo, ni se lonjea contra el pelo! 346 Con el gaucho desgraciao no hay uno que no se entone ¡la menor falta lo espone a andar con los avestruces faltan otros con más luces y siempre hay quien los perdone. XII Ansí estuve en la partida.
En el invierno hace allí gran frío y también hiela, lo que á los paisanos, aunque andan desnudos, no causa molestia, por tener la piel con dos dedos de callos, y por eso son robustos, forzudos y de mucho aguante, de suerte que hay hombres y mujeres que pasan de los cien años, y mueren sin otra enfermedad que la vejez.
Esta enfermedad del demonio me ha echado cadenas y grillos; pero yo sanaré, con mil rábanos, sanará, y te juro que no habrá quien me sufra. ¿Has oído bien? no habrá quien me aguante.... Las bromas que yo gasto pasan por barbaridades en el mundo.... No me busques, pues, y yo te prometo que no te buscaré. Es todo lo que puedo hacer. Diciendo esto le señaló la puerta.
Aguanté las burlas del viejo, bebí el café que su mujer me hacía, y escuché con beatitud las lindas arias que Yolanda me cantaba; aunque la música... en general... Cuanto más iba a Krakowitz, tanto más incómodo me sentía; pero era como si me arrastraran allá mil brazos, y no podía resistirme de ningún modo.
Examinaba de cabeza a pies aquel cuerpo descarnado, de una blancura enfermiza, en el que los huesos parecían tener la fragilidad del papel. Salvatierra preguntaba en voz baja por los padres. Adivinaba el remoto arañazo del alcohol en esta agonía. La tía Alcaparrona protestó. Su pobresito pare bebía como cualsiquiera, pero era un hombrón de mucho aguante.
Palabra del Dia
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