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Actualizado: 15 de junio de 2025


También conoció al banquero, hombre de mediana edad, completamente afeitado y con la cabeza canosa, que imitaba el aspecto y los gestos de los hombres de negocios norteamericanos. Robledo, contemplándole, se acordaba de él mismo cuando vivía en Buenos Aires y había de pagar al día siguiente una letra, no teniendo reunida aún la cantidad necesaria.

Don Rosendo subió al segundo cuerpo del paredón, y encontró allí ya a don Melchor de las Cuevas. Era éste un caballero alto, muy alto, enjuto, afeitado a la usanza de los marinos, esto es, dejando la barba por el cuello como una venda.

Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada, llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano; Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él; Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se adelantó al encuentro de su madre.

Afeitado también, aunque sin detrimento de su barba, que brillaba suavizada por el aceite de olor, trascendiendo a jabón y a ropa limpia, vestido con traje de mezclilla, chaleco de piqué blanco, hongo azul, y al brazo un abrigo, parecía el señor de Ulloa otro hombre nuevo y diferente, con veinte grados más de educación y cultura que el anterior.

Ford, el secretario del muerto, hombre joven, como de treinta años, alto, atlético, completamente afeitado, asomó la cabeza, pero como nos encontrara conversando, se retiró en el acto. La señora Percival ya lo había interrogado, pero ignoraba completamente para dónde había partido Mabel.

El sería bueno, olvidaría «lo otro», viviría como Dios manda. Y fortalecido su espíritu supersticioso con este arrepentimiento inútil, salió de la capilla, emocionado aún, con los ojos turbios, sin ver a la gente que le obstruía el paso. Fuera, en la pieza donde esperaban los toreros, le saludó un señor afeitado, vestido con un traje negro que parecía llevar con cierta torpeza.

Luego vuelve rápidamente, con su paso menudo. ¡Parece mentira exclama no saber que en el siglo XVIII iba todo el mundo afeitado! Como la empalizada ha quedado ya en su sitio y está lista la escena, el viejo sacude las manos una contra otra, toma el bastón y se retira hacia el fondo.

A ver si llueve antes de la vendimia replica un tercero y la uva reverdece. Y todos vuelven a callar. Cierra la noche; un viento ligero mece las palmeras que destacan en el cielo fuliginoso. Un viejo mira hacia Poniente. Este viejo está completamente afeitado, como todos; sus ojuelos son grises, blandos; en su cara afilada, los labios aparecen sumidos y le prestan un gesto de bondad picaresca.

Sospecho que ha desfigurado mi bella nariz romana. Y a , si no fuera afeitado completamente, como cuadra a un romano de la antigüedad, me hubiera arrancado hasta el último pelo. Esas mujeres tienen unos deditos encantadores, con unas uñas finísimas. Las comparáis con las gatas, y las gatas son ángeles comparadas con ellas.

Juan Felshammer lleva un traje muy limpio y cuidado: tiene una linda capa nueva, un poco entreabierta, que deja ver un flamante traje gris; sus cabellos, bien peinados, caen sobre el cuello; hasta se ha afeitado... Pero, a decir verdad, su mirada turbia, por la que pasan resplandores inquietantes, las bolsas bajo los ojos, el horrible color de las mejillas, son tristes síntomas en ese rostro, fresco y juvenil hasta hace poco.

Palabra del Dia

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