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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Cuando se sufre una esclavitud de miles de años, el mal recuerdo y la venganza resultan inevitables. Hoy las mujeres se han acostumbrado á su situación dominante, y el amor y la vida íntima en la casa les hacen mirar con un cariño protector á los varones de su familia. Pero en los primeros años después de la Verdadera Revolución, los hombres lo pasaron mal.

te has acostumbrado a la vida salvaje en contacto directo con la Naturaleza, y prefieres esta libertad grosera a los afectos más dulces de una familia. ¿Has sido feliz en esta vida? Empezaba a serlo.... ¿Y cuándo dejaste de serlo? Después de larga pausa, la Nela contestó: Cuando usted vino. ¡Yo!... ¿Qué males he traído? Ninguno: no ha traído sino grandes bienes.

Porque no estaba acostumbrado a disimular sus sentimientos y la traición le pesaba en el alma. A veces Cecilia levantaba la cabeza para contestarle. Su mirada clara, serena, inocente, le encendía las mejillas. Para librarle de aquel malestar, creyó lo mejor expresarle, en términos más vivos que otras veces, su amor y rendimiento.

El plan de su amante le llenaba de estupor; pero como estaba acostumbrado a obedecer, hizo lo que le mandaba. El resultado coronó la audacia de la dama; fue tal como ella había previsto.

Don Ramón estaba ya acostumbrado a estas cóleras insensatas y no hacía caso alguno de ellas por haberle persuadido, no se sabe quién, de que era achaque común de todos los jóvenes que estudiaban filosofía y letras.

Un día, al volver del pozo, tropezó contra la traviesa de una cerca, y el cántaro de barro, al caer con fuerza sobre las piedras de la bóveda de un foso, se rompió en tres pedazos. Silas los recogió y los llevó a su casa muy apesadumbrado. El cántaro ya no podía servir; sin embargo, armó los pedazos, y, como recuerdo, colocó aquella ruina en su sitio acostumbrado.

Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario, que en casa del sobredicho Comendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.

Influido por el helenismo de su maestro, que fácilmente prendía en él, acostumbrado como estaba al trato diario con los autores griegos, soñaba con que la humanidad del porvenir fuese una inmensa Atenas, una democracia artística y sabia gobernada por grandes pensadores, sin más luchas que las de las ideas ni otra ambición que la de pulir la inteligencia, de costumbres dulces y dedicada a los goces del espíritu y al culto de la Razón.

El viejo squire estaba acostumbrado a ver qué Dunstan se ausentara con frecuencia de la casa; así es que no pensó que valiera la pena de hacer una observación respecto de la desaparición de su hijo y de la del caballo.

Era el hijo del comerciante emancipado del mostrador y dedicado al estudio por la ambición del papá. Docto y pedantuelo, algo engreído con los sobresalientes de su carrera y acostumbrado a hacerse oír en casa como un oráculo, asombrábase de que fuera de ella no le rindieran tributos de admiración, y esto le producía tal cortedad, que muchos le tenían por tonto.

Palabra del Dia

ancona

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