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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Al cabo profirió con su majestad acostumbrada: Nada hay para el hombre más pesado que advertir cómo le arrebatan cuando menos lo imagina aquellos bienes que constituyen su dicha, el único recreo de sus días.
Acostumbrada á ver en los salones de su casa á muchos hombres que habían empezado su carrera siendo pobres y ahora eran millonarios, se imaginó que esta era inevitablemente la historia de todos los humanos y que á Edwin le llegaría su turno. Pero la madre velaba, y cortó con una enérgica resolución esta rebeldía mansa. La señora y la señorita Haynes desaparecieron de su hotel.
Se continuó la marcha á la hora acostumbrada, y al fin del segundo rumbo se demarcó la Isla del Tigre al S 35° E, distante tres cuartos de legua. A los 18 minutos del tercer rumbo, se demarco al S 15° O una laguna ó cañada pantanosa, larga una milla.
Se repuso, y me dijo con su acostumbrada insolencia de bufón: He aquí un loco cogido por una loca; porque tú, mi buena señora, hace mucho tiempo que estás haciendo locuras. ¿Qué te va á ti en que España se pierda ó se gane, y en que el rey no haga de ti tanto caso como de su rosario?
La duquesa le agasajó con esas distinciones que guarda la mujer bonita para quien rinde pleito homenaje a su hermosura, y Josefina, acostumbrada a la trivial conversación de gomosos insulsos, sintió hacia él profunda simpatía.
A mí, Mariquita, no me gusta nada de lo que sale de lo regular; en particular a las mujeres, les está tan mal no hacer lo que hacen las demás, que si fuese hombre, le había de huir a una mujer así, como a un toro bravo. En fin, tu alma en tu palma; allá te las avengas. Pero añadió con su acostumbrada bondad eres muy niña y tienes que dar más vueltas que da una llave.
Al concluirse y venir los jóvenes a su acostumbrada reunión, dijo que le dolía un poco la cabeza, y en vez de permanecer en la tertulia, se retiró. Creyó Miguel, en vista de esto, haberla causado algún disgusto, y estaba con deseos de hablar con ella. Al día siguiente de madrugada la halló bordando en el estanquillo.
Conmigo, sí; pero llevándola a usted, no me atrevo. ¿Teme usted dar la voltereta? Eso nunca; pero hay otros peligros... Pues las tres tablas quiero. Ya estoy acostumbrada a los balances, y esto me va pareciendo delicioso. Leto, a reserva de engañarla con un artificio bien disimulado, la prometió complacerla, porque no tenía fuerza de voluntad para contrariarla.
Parecióle la broma a Currita de malísimo gusto y contestó muy picada: ¡Qué delicia!... ¿Y soñarías sin duda con los angelitos?... Algo había de eso, porque soñaba contigo... Guardóse muy bien Currita de pedirle la interpretación del sueño, mas la Valdivieso, con su importunidad acostumbrada, dijo muy gozosa: ¡Vaya una coincidencia!... ¿Y qué soñabas?...
La vieja hechicera continuó su camino con su acostumbrada majestad, pero de cuando en cuando volvía hacia atrás las miradas y se sonreía, exactamente como quien quisiera dar á entender que existía entre ella y el ministro una secreta y misteriosa intimidad.
Palabra del Dia
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