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Actualizado: 15 de junio de 2025


Esto de que le mirasen como un pájaro raro no estaba en su carácter, pero tenía miedo a Manolita y a los iracundos pellizcos con que acogía sus desobediencias. ¡Pobre don Melchor! ¡Cuan caro le costaba ser esposo de una mujer hermosa y rica!

Á las primeras explicaciones, sin embargo, Herminia se hubiera arrojado á su cuello y á los primeros cargos el pupilo de Roussel se hubiera sonrojado por haber engañado á una mujer que le acogía sin desconfianza. Ciertamente, todo se hubiera allanado y por una conversación de un cuarto de hora la tranquilidad de todos hubiera quedado asegurada.

El tentador del género humano había presentado repetidas veces esta idea á la mente de Ester, y se reía del gozo apasionado, al mismo tiempo que lleno de desesperación, con que ella al principio la acogía, y después se esforzaba en rechazarla. Apenas acariciaba semejante idea, cuando ya quería destruirla.

España no es un pueblo, es un museo desordenado y polvoriento de cosas viejas que atrae a los curiosos de Europa. En él, hasta las ruinas están arruinadas. Los ojos de don Martín, el cura joven, se fijaban en Gabriel. Parecían hablarle expresando el entusiasmo con que acogía sus palabras.

El respetable Butrón acogía aquellos homenajes con majestuosa sonrisa, y temiendo ver entrar de un momento a otro a Currita, recomendó de nuevo a los íntimos la mayor discreción, con respecto a esta; era necesario ocultarle el plan de la junta y entusiasmarla con la idea del baile, haciéndole creer que con ello ponía el partido en sus manos el éxito del proyecto.

Ordinariamente Juana acogía esas proposiciones con transportes de alegría; pero entonces la oyó fríamente y una sombra pasó por su mirada. Me quedaré á comer, eso si, con mucho gusto, como te había prometido. Pero no podré pasar la velada contigo. Tengo cita para un asunto serio con mi profesor de canto Campistrón. Tendré que dejarte á las nueve. Su hipocresía me puso fuera de .

Nadie siente un alma religiosa en un baile, en un banquete, en un encuentro de amor. Ella necesitaba creer, porque era desgraciada. Se acogía á la religión como un enfermo desesperado implora al curandero en el que no tiene fe, porque la razón le muestra sus errores, pero que al mismo tiempo le halaga con una absurda esperanza al haber sanado á otros milagrosamente.

Bonifacio, que había sido uno de los más distinguidos epígonos de aquel romanticismo al pormenor, ya moribundo, se sentía bien quisto en la tertulia y se acogía a su seno, tibio como el de una madre.

Admirable era la hospitalidad conque acogía en su casa a los huéspedes, contribuyendo a este fin el privilegiado talento de su cocinero, artista de primer orden. Dos hijos tenía Poldy: una niña de ocho años y un niño de seis, que eran dos ángeles de puro bonitos.

Dejábase caer en el suelo, le llamaba, le traía hacia y principiaba a pasearle las manos por el lomo, a rascarle la cabeza y hacerle cosquillas debajo del cuello, murmurándole al mismo tiempo en el oído palabras de cariño, un gorjeo mimoso que el animal acogía con espasmos de voluptuosidad. «Te quiero, te quiero. eres muy bueno. ¿Verdad que eres bueno?

Palabra del Dia

rigoleto

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