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Actualizado: 12 de junio de 2025


Tenía en mi corazón un verdadero tesoro de abnegación, de amor y de respeto, al que no me era dado dar una mala colocación. En fin, encontré una mujer a quien amé, como ella quería ser amada, y que no amó como ella quiso amarme. Pertenecía al mundo más aristocrático.

El comandante hizo una defensa acabada y fogosa de la mujer sevillana. Según él, ésta es viva y ardiente, pero no vanidosa, lo cual suprime uno de los grandes incentivos, acaso el más capital, que la mujer tiene para caer. El fuego de su alma, al casarse, se convierte en ternura y abnegación. Exige que se la ame, no que se la adorne.

Con la mejor intención del mundo y la mayor abnegación, pensando que cuanto su hermano proponía era lo más conveniente, decidió quedarse solo, añadiendo a su viudez la orfandad en que la partida del muchacho había de dejarle.

Aquella condescendencia, de la que en realidad era Liette quien hacía todo el gasto, hubiera hecho sonreír sin la absoluta necesidad de la supuesta abnegación maternal. Habían llegado el día antes y habían pasado la noche como pudieron en medio de una aglomeración de muebles y paquetes que recordaba los antiguos cambios de guarnición.

La señora de Laroque, sobre todo, me profesa una verdadera afección; me toma por confidente de sus extravagantes y muy sinceras manías de pobreza, de sacrificio y abnegación poética que forman, con sus multiplicadas precauciones de criolla frívola, un singular contraste.

Wisio, interróguela y la verá llorar al solo recuerdo de los beneficios recibidos de los españoles. Crónicas de Nueva-York, de California y del Japón son buenos testigos á quienes preguntar sobre la caridad española. Las columnas de sus periódicos de cuándo en cuándo, se llenan con la relación de conmovedoras escenas en que la abnegación y el desinterés juegan en primer término.

Para no incurrir en semejante pecado, cierro el registro con un punto final..., más no sin dejar consignada antes, y como un acto de justicia, la siguiente declaración: Los marinos de Santander, al vestirse la levita de hoy, no se han dejado la abnegación, la pericia, ni el heroísmo, en el burdo chaquetón de ayer.

El espectáculo de la riqueza le llenó de asombro; la privación de lo que otros disfrutaban espoleó a la envidia; la ignorancia cerró a la abnegación el paso; la conciencia le dijo que su ambición era justa; miró a Luz con codicia, y en el fondo de su alma surgió el deseo de gozarla o la resolución de destruirla.

No, no podía ser: él no podía coger su cruz, porque no era un simple como los de la Edad Media, sino un simple ilustrado, un simple de café, un simple moderno... ¡Ah, pero lo que no le faltaba era el sincero anhelo de sacrificio, de abnegación y caridad!... Hacer disparates para la mayor gloria... de lo que hubiese allá arriba, le parecía muy puesto en razón, algo como una música interior.

Es que las razas llamadas latinas en Europa, tienen por distintivo esencial de su carácter la abnegacion, el heroismo y la iniciativa espiritual; y la nacion francesa, que á pesar de sus defectos políticos, es la primera en todo lo que es generoso y magnánimo, ha adquirido un inmenso é indestructible prestigio sobre los pueblos que se le asimilan.

Palabra del Dia

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