Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de mayo de 2025
La verdura del jardín parecía una esmeralda caída en la arena, un oasis de bosquecillos de lilas que ya se marchitaban y de azucenas que comenzaban a abrirse, perdido en las áridas llanuras que por el lado del colegio rodean a la corte de España.
Y de aquí vienen á no errar ellos y á conocer tan fácilmente nuestras faltas.» Esta alusión á los dramas regulares extranjeros, que hace también Cervantes, nos parecerá, sin duda, harto extraña; probablemente se referirá á las obras del Trissino, Rucellai, Speroni, Ariosto, Maquiavelo, Lasca y á otras tragedias pesadamente regulares ó comedias prosáicas y áridas de los italianos, puesto que el teatro francés estaba á la sazón en su infancia.
A la civilización de nuestros tiempos, tan propensa á aplicar sus reglas críticas y á desentenderse enteramente de la fantasía en su peregrinación por los áridos desiertos de la ciencia filológica, parecerá extraño, sin duda, explicar por las antiguas las modernas creencias, y la historia de los tiempos pasados con arreglo á las ideas nacionales españolas; pero el poco escrúpulo que se mostraba entonces en esta parte, sirve, al contrario, de sólida prueba para patentizarnos el vigor poético de aquel pueblo, tan espontáneo como verdadero, que no supo atormentar sus ideas y sentimientos con áridas abstracciones.
De América las lágrimas Bañando los cabellos De los gigantes mártires, Cual nítidos destellos, Una corona bélica A sus virtudes cívicas Y á su valor serán. En las eternas páginas Del libro de los hombres, Como inmortal espíritu Revivirán sus nombres, Y las coronas pálidas De las edades áridas De gloria teñirán.
Acequias abiertas en líneas paralelas sobre las redondeces, alternativamente salientes y entrantes de las curvas y promontorios, llevarán la vida y harán germinar las flores hasta en las áridas pendientes.
Las pinas de los botareles parecían avergonzadas asomando sobre la cubierta vulgar; los arbotantes se hundían y desaparecían entre las áridas construcciones de las dependencias adosadas a la catedral; las torrecillas de las escaleras se ocultaban tras aquel lomo de tejas groseras. Los dos muchachos, resbalando en las cornisas verdosas por las lluvias, seguían los bordes superiores del edificio.
No obstante, sin convertirnos en genios como hacían nuestros antepasados en los tiempos fabulosos, podemos, paseando tranquilamente por los campos cultivados ó las áridas lomas, reconocer en la superficie del suelo los indicios que revelan el curso del oculto arroyo.
Las áridas cercanías de Madrid embellecíanse con la llegada de la primavera. Cubríanse los cerros de verde al crecer la cabellera de las cebadas y los trigos. En las cañadas, los grupos de almendros adornábanse con flores: unas blancas como el nácar; otras sonrosadas, con el color de la carne femenil. Las lilas pendían como racimos de violetas de las altas ramas.
Los niños, vestidos con pantalones de lienzo gris y con la cabeza y los pies desnudos, se calientan alrededor de las hogueras que hacen en las lindes de los bosques. Las espirales de humo azul se pierden en la altura, en donde grandes nubes blancas y grises permanecen inmóviles sobre el valle. Detrás de las nubes se descubren las cimas áridas del Grosmann y del Donon.
Por ejemplo, en el primer acto de Los dos amantes del cielo, de Calderón, Chrysantho aparece al principio en el bosque sagrado de Diana; supónese en seguida que, desde él, entra en lo más espeso de la montaña, puesto que él mismo describe, sin salir del teatro ni un instante, las áridas rocas, á las cuales se acerca, no existiendo razones para presumir que la escena cambie, sino al contrario, para creer que los mismos árboles, y acaso la misma colina, á que se alude al principio en el bosque sagrado, sirven después para figurar el paraje más agreste de la montaña.
Palabra del Dia
Otros Mirando