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María Valdivieso, que andaba de monos con su prima, procuraba bostezar con fingido disimulo siempre que la miraba esta; la embajadora de Alemania cantó con notable falta de gracia una balada, que calificó la duquesa de ladrido, y a las doce y cuarto, cuando Pedro López, después de tomar el y encerrar en sus bolsillos provisión de sandwiches suficiente para toda la semana, comenzó a hacer el recuento para la crónica de salones que publicaba La Flor de Lis todos los sábados, sus ojos atónitos pudieron tan sólo contar bajo los artesonados techos el número exiguo de catorce señoras: siete pertenecían a la familia de los pecados capitales y las otras siete podían repartirse entre la de los enemigos del alma: mundo, demonio y carne.

Después, cuando los jugadores hubieron reparado sus fuerzas comiendo sandwiches, muffins, dulces, y vino de Madera, todo el mundo se levantó. Alicia de Blandieres se aproximó a Diana, que hablaba con Mabel d'Ornay, para decirle a ésta, en tono de confidencia: ¡Oh! querida mía, es exquisito, su Huberto Martholl.

Y para cobrar nuevas fuerzas se bebió poquito a poco, y con aire muy distinguido, una tercera copita del whisky, bastante fuerte, que juntamente con el , los brioches y sandwiches, habían servido en rico frasco de cristal de Bohemia.

Sabía hablar con gracia, sin dejar de comer sandwiches de caviar. ¡Qué espiritual es usted! repetía continuamente al joven literato. Nadie como usted me entretiene tanto... Entonces todo va bien en el mejor de los mundos aprobaba Platel.