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D. Domingo Abad y Huerta, natural de Cubél, provincia de Zaragoza; fue inquisidor de Barcelona donde sufrió mucho por su fidelidad en los días de las turbaciones de aquel Principado, pero el Rey Felipe IV le premió nombrándole Obispo de Teruel, de que tomó posesión en 19 de Setiembre de 1644: los breves días de su pontificado privaron a esta Iglesia de las esperanzas que concibió en los ensayos de su celo por la paz y felicidad de los teruelanos: murió al año y medio de su residencia en 16 de Mayo de 1646: su cuerpo fue enterrado al lado derecho del Presbiterio de la Catedral, quedó heredera y enriquecida con sus preciosos pontificales.

Había alcanzado glorioso triunfo; sentíase victoriosa, después de haber perdido la batalla en el terreno material. Mas las satisfacciones íntimas de la victoria no la privaron de su don de gobierno, y atenta a las cosas materiales, acudió, al poco rato de apartarse de Juliana, a resolver lo más urgente en lo que a la vida corporal de ambos se refería.

Hiciéronsele, pues, dos nubes en los ojos que creciendo poco á poco le privaron totalmente del uso de ellos; y por más que la caridad de los Padres se fatigó en aplicarle remedio, no pudo aprovecharle de nada.

Lo que pareció tan mal, aun á los senadores y magistrados de Holanda, que llamando á los capitanes holandeses á Amsterdam á dar razón de , les privaron y depusieron de sus oficios.

Pero las vicisitudes de la época privaron á sus descendientes de gran parte de aquellos dominios y por fin les fué confiscado el señorío de Bisterne en provecho del patrimonio real, por complicidad de uno de los Clinton en un alzamiento sajón.

Andrés acudió en auxilio de mis tías; hizo por ellas y por cuanto pudo; pero el fiel servidor no tenía mucho: un tendejón insignificante, y paremos de contar. Mis tías conservaron siempre en su pobreza su amada dignidad. Se privaron de cuanto les pareció superfluo, y nada superfluo había en aquella casa, y hasta de lo más necesario.

Pero como Dios nuestro señor no quiere que ayga cosa encubierta se descubrió y á los dichos carniceros y sus cobradores los azotaron en esta ciudad y les echaron á galeras y al que tubo la culpa de que se introduziese y bendiese dicha carne que fué el alcayde de la carniseria para que entrase dicha carne á desoras de noche lo aprisionaron también y le privaron del puesto de alcayde y confiscaron sus bienes.