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Para nuestro señor y dueño Ogul, cuyo palacio estais viendo á orillas del rio, y al cabo de este prado, que somos sus mas humildes esclavas.

Yo soy médico; he venido habiendo oido hablar de vuestra dolencia, y os traygo un basilisco hervido en agua de rosas; no porque aspire á casarme con vos, que solo os pido la libertad de una esclava jóven de Babilonia, que os vendiéron pocos dias hace; y me allano á permanecer esclavo en su lugar, si no tengo la dicha de sanar al magnifico señor Ogul.

Conociendo el primer médico de Ogul quan peligroso para la medicina era semejante hombre, se coligó con el boticario del gremio para enviarle á buscar basiliscos al otro mundo: de suerte que habiendo sido castigado siempre por sus buenas acciones, iba á morir por haber dado la salud á un señor gloton.

El señor Ogul está malo, y le ha recetado su médico que coma un basilisco hervido en agua de rosas; y como es animal muy raro, y que solo de las mugeres se dexa coger, ha prometido el señor Ogul que escogerá por su querida esposa á la que le lleve un basilisco: con que así dexádmele buscar; que ya veis lo mucho que yo perderia, si una de mis compañeras ántes que yo le topara.

Al primer dia se hubo de ahogar Ogul, y creyó que iba á exhalar el alma; al segundo se cansó ménos, y durmió mas bien: por fin á los ocho dias recobró toda la fuerza, la salud, la ligereza, y el buen humor de sus mas floridos años.

Ya tocaba con la Arabia, quando me robó un bandolero muy nombrado, llamado Arbogad, el qual me vendió á unos mercaderes que me traxéron á este palacio, donde reside el señor Ogul, que me compró sin saber quien yo fuese. Es este un gloton, que solo piensa en atracarse bien, y cree que le ha echado Dios al mundo para disfrutar de una bueua mesa.

Zadig habló de esta suerte á Ogul: Señor, mi basilisco no se come, que toda su virtud se os ha de introducir por los poros; yo le he puesto dentro de una odre bien henchida de viento, y cubierta de un cuero muy fino; es menester que empujeis hácia dicha odre en el ayre con toda vuestra fuerza, y que yo os la tire muchas veces; y con pocos dias de dieta y de este exercicio veréis la eficacia de mi arte.

Dixéronse entónces Astarte y Zadig quanto á los mas generosos y apasionados pechos pudiéron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden lleváron las razones de ámbos á la esfera de Vénus. Tornáronse á la quinta de Ogul las mugeres sin haber hallado nada.