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12 Entonces llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos, oyendo esta palabra, se ofendieron? 13 Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. 14 Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en un hoyo. 15 Y respondiendo Pedro, le dijo: Decláranos esta parábola.

Hombres blancos dijo Uri-Utanate, que ya lo sabía todo . Mi casa, mis guerreros y mis barcos están a vuestra disposición. Me habéis devuelto a mi hijo, a mi heredero, y yo os devuelvo la libertad. Padre dijo el joven guerrero . Estos hombres vienen de lejanos países situados al Oeste, y quieren llegar a las islas Arrú para volver a su patria. Yo los guiaré hasta ellas. ¡Mi hijo es un valiente!

Y si me prenden, ¿quién llevará á la hermosa doña Clara á que vea por última vez á su hermoso don Juan? ¡Está con ella! , con Dorotea. ¡Mentira! Aún tendréis un manto fuera de esos baúles; aún os quedará valor; ese valor que hace pocas noches demostrásteis para salvar á la reina, para venir á salvaros á vos misma; yo os guiaré. ¿Dónde están ellos?

19 Y Eliseo les dijo: No es este el camino, ni es esta la ciudad; seguidme, que yo os guiaré al hombre que buscáis. Y los guió a Samaria. 20 Y cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: SE

Entonces llegandoše šus Dišcipulos dixeronle, Sabes que los Pharišeos oyendo ešta palabra še offendieron? Mas rešpondiendo el, dixo, Toda planta ÿ no plantó^ mi Padre celeštial šerá dešarraygada. Dexaldos: guias šon ciegas de ciegos: y ši el ciego guiare ál ciego, ambos caerán en el hoyo^. Y rešpondiendo Pedro, dixole, Declaranos ešta parabola.

Y luego dijo: ¿Dónde estáis, señora? Aquí, mi señor; venid, adelantad, tomad mi mano; yo os guiaré.

En el segundo tramo dio un tropezón. ¡Oh, se conoce que no estás acostumbrado!... Te vas a lastimar; dame la mano que yo te guiaré. Tomó la mano de la niña, que era pequeña, pero firme y segura como la de una amazona.

Pues a fe mía que ha sido floja mi equivocación dijo Golfín riendo. Yo le guiaré a usted con mucho gusto, porque conozco estos sitios perfectamente. Golfín, hundiendo los pies en la tierra, resbalando aquí y bailoteando más allá, tocó al fin el benéfico suelo de la vereda, y su primera acción fue examinar al bondadoso joven. Breve rato estuvo el doctor dominado por la sorpresa. Usted... murmuró.