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La cortesía es lazo con que se prenden los corazones, y usada con los enemigos suele ser medio para ablandarlos en el mayor ímpetu de su furia.

Esperad, esperad un momento dijo pasando junto á una puerta de un corredor. El gentilhombre esperó. El padre Aliaga entró en aquella celda. En ella velaba un religioso. Amigo Benítez le dijo el padre Aliaga: salgo del convento de orden del rey, y acaso no vuelva tan pronto. ¿Cómo? ¿os prenden? dijo el padre Benítez, que era un religioso anciano. No por cierto; pero me hacen inquisidor general.

¿Pero qué causa hay que os obligue á proteger á esas gentes? No me preguntéis la causa, porque no os la diré. ¿Y estáis empeñada? Empeñada de todo punto. ¿Y si prenden á don Francisco?... No sólo dejo de ser camarera mayor, sino que ofendida de vos... ¿Ofendida de ?... por cierto; porque habréis desatendido mi recomendación... ofendida por vos, dejaré de ser vuestra amiga.

«La constancia es el recurso de los feos dice la célebre Ninón de Lenclos en sus lindas cartas al marqués de Sevigné; las personas de mérito, que saben que por donde quiera han de encontrar ojos que se prenden de ellas, no se curan de conservar la prenda conquistada; los feos, los necios, los que viven seguros de que difícilmente podrán encontrar quien llene el vacío de su corazón, se adhieren al amor que una vez por acaso encontraron, como las ostras a las peñas que en el mar las sostienen y alimentan.

Lo hace así, como si fuese un mozo de cordel; preséntase en la casa de Manfredo, y lo ocupan en llevarse el cadáver de Enrico; pero lo prenden después en la calle, lo toman por el matador, es condenado á muerte, y puesto en manos de Manfredo para que éste se encargue del cumplimiento de la pena.

Y si me prenden, ¿quién llevará á la hermosa doña Clara á que vea por última vez á su hermoso don Juan? ¡Está con ella! , con Dorotea. ¡Mentira! Aún tendréis un manto fuera de esos baúles; aún os quedará valor; ese valor que hace pocas noches demostrásteis para salvar á la reina, para venir á salvaros á vos misma; yo os guiaré. ¿Dónde están ellos?

Pues ya Que por mi amistad te venzo, Y sabes que te vencí En tu casa por modesto, Y por Rey en mi palacio, Y en estos tres vencimientos Me has admirado piadoso Y valiente y justiciero, Vete, pues te dejo libre, De Castilla y de mis reinos; Porque si en ellos te prenden Has de morir sin remedio: Porque si aquí te perdono, Allá, como Rey, no puedo; Que aquí obra mi bizarría Y allí ha de obrar mi Consejo.

Todo nuestro poderío no ha desaparecido, ni toda nuestra gloria, ni todo el prestigio de nuestro alto renombre, ni todo lo maravilloso que nos circunda, ni todos los misterios que moran en nosotros, ni todos los recuerdos que se prenden en nuestros flancos como un vestido, envolviéndonos con un manto que es más que la gloria! ¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios.

Vinieron seis soldados fugitivos, Y no pudieron mas, porque los atan De noche, y dicen quedan treinta vivos, Que despues que una vez prenden, no matan. Con ellos no se muestran muy esquivos, Y si les sirven bien, no los maltratan; Pero si sirven mal,

De vuelta de la expedición, se encuentra con Gutiérrez, ex gobernador de Catamarca y partidario del Congreso, y le insta que vaya a vivir a La Rioja, donde estará seguro. Pasan ambos una temporada en la mayor intimidad; pero un día que le ha visto en las carreras rodeado de gauchos amigos, lo prenden, dándole una hora para prepararse a morir.