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En esta rapidez y en este fulgor de relámpago estriba precisamente el peligro por lo que toca a la duración, pues es difícil mantener la vida en tan fulmínea tensión espiritual. Por esto en otra crónica hemos defendido las ventajas del rescoldo sobre la llama, o sea del cariño sobre el amor. La psicología de la casamentera es, en el fondo, sencilla. Su norma es la bondad.

No era la lánguida y complaciente enamorada: ni era tampoco la penitente mística; era la maja de rompe y rasga, insolente y soberbia, capaz de herir con groseros y ponzoñosos insultos, y capaz de matar con la llama fulmínea de sus ojos, cuando no con puñales. Vete, huye exclamó apártate de mi presencia.

La Naturaleza y la vida habían hecho que fuera condición mía el pasar de un sentimiento al otro con fulmínea violencia. Los que saben lo que yo he hecho en el mundo podrán pensar que a veces me guió quizá la voz del bien. Pero yo no tenía conciencia. Si dentro de juzgaba mis acciones y las de los demás, todo se reducía a un mecanismo, a un juego de impulsos ciegos y fatales.

Aunque hubiese resucitado el difunto Padre Procopio trayendo consigo una docena de PP. de su misma calaña, todos ellos ante la mirada fulmínea del Prior habrían bajado las suyas como doctrinos. Bien supo lo que hizo el P. Provincial cuando le encargó el gobierno de Nuestra Señora del Valle. La cuestión vinífera continuaba en el mismo lamentable estado.

, que del vate la mision sagrada Es inflamar del bravo el ardimiento, Dar nuevo temple á la fulmínea espada Con el soplo encendido de su aliento, Y al fúnebre clamor de la derrota, Alzar del libre la bandera rota.