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Por esto no quiso el Adelantado volver á embarcarse, antes procuró deshacer las náos y caminar por tierra, y llegó á la Asumpcion con 300 hombres, de 400 que habia embarcado; porque los demas habian muerto de enfados y enfermedades.

Esperaba verla aparecer de un momento a otro en la ventana inmediata, lo mismo que en las tardes anteriores. Se habían separado con enojo al llegar al buque; pero estos enfados eran siempre en ella de corta duración, y horas después se aproximaba, anunciando con maliciosos guiños su propósito de bajar al camarote... Pero hoy transcurría el tiempo sin que Nélida apareciese.

Cuando salió el segundo toro, todavía Gallardo, apoyado en la barrera, recibía felicitaciones de sus admiradores. ¡Qué coraje el de aquel chico... «cuando quería»!... La plaza entera le había aplaudido en el primer toro, olvidando sus enfados de las corridas anteriores.

Le había costado muchos días de incesante jugueteo, un número incalculable de miradas provocativas, de carcajadas sin motivo, de caprichos infantiles, de gestos mimosos y enfados pasajeros.

La irritaba que nadie pudiera prever sus enfados y rabietas, odios y venganzas; prefería incomodarse y enfurecerse por motivos de los que nadie esperase tales resultados, y desorientar al más experto observador quedándose fría, tranquila, impasible, ante injurias y daños que los demás podrían creer que la iban a sacar de sus casillas.

mismo, muchacho continuó don Fernando, te expones a un sermón, si Dupont sabe que paseas conmigo. Fermín hizo un movimiento de hombros. Estaba acostumbrado a los enfados de su principal y a las pocas horas de escucharle ya no se acordaba de sus palabras. Además, hacía tiempo que no había hablado con don Fernando y le placía pasear con él en este suave atardecer de primavera.