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La razon de esto, á mas de la confusion de las sensaciones que mas ó menos, siempre padeceria, se halla en la ignorancia de lenguaje; pues aun cuando las distinguiera perfectamente, no podia ni entender lo que se le preguntaba, ni expresar lo que sentia.

Para conservar en sociedad este original la prepotencia a que lo habituaron en familia, decidió buscar una actitud, un algo que lo distinguiera de los demás mortales, y a falta de otros méritos, nada encontró mejor que admirar o, más bien, según su lenguaje, espantar a sus contemporáneos, haciendo los más cínicos alardes de la más necia perversidad.

Las personas de su intimidad, sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su parecer sobre la gente de sotana.

Yo hablé con hombres de estos, recién llegados al valle tras de muchos meses de ausencia de él, y no hallé la menor diferencia que los distinguiera en el vestir ni el hablar, ni en la manera de conducirse en todo, de sus otros convecinos; ni tampoco he hallado después, buscándolas de intento, muy notorias señales de que les interese, fuera de sus hogares, más que el asunto que los saca de ellos, como si sólo tuvieran ojos y corazón para ver y sentir el terruño nativo.

Para lograr que la distinguiera y prefiriese, le bastaron unos cuantos diálogos, y enseguida, dueña de misma, en frío, sin experimentar la emoción más leve, aseguró su conquista desplegando alternativamente candidez, picardía, recogimiento y desenfado.

Sin embargo de todo lo cual, mareaba a los ministros de Hacienda, y se pintaba solo para sacar buena raja de los más duros de veta; a lo que se debía que el marqués le distinguiera con singularísima estimación, y hasta le admirara; porque es de saberse que el tal marqués, desde que era diputado a Cortes, se había dedicado con afán ansioso a los negocios lucrativos que «le saltaran al paso», y en el señor de Ibáñez tenía un ojeador expertísimo, un consejero de gran competencia, y, en ocasiones, un socio desinteresado.