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Caí gravemente enfermo de la fiebre amarilla, que entonces asolaba a Andalucía, y cuando me puse bueno me llevó como en procesión a oír misa a la Catedral vieja, por cuyo pavimento me hizo andar de rodillas más de una hora, y en el mismo retablo en que la oímos puso, en calidad de ex-voto, un niño de cera que yo creí mi perfecto retrato.

Es verdad que el río crecía y se desbordaba todos los años, llegando hasta los mismos pies de San Bernat, faltando poco para arrastrarle en su corriente; es verdad también que cada cinco o seis años derribaba casas, asolaba campos, ahogaba personas y cometía otras espantables fechorías, obedeciendo la maldición del patrón de Valencia; pero el de Alcira podía más, y buena prueba era que la ciudad seguía firme y en pie, salvo los consiguientes desperfectos y peligros cada vez que llovía mucho y bajaban las aguas de Cuenca.

21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este Nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes? 22 Pero Saulo se fortaleció más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, comprobando que éste es el Cristo. 23 Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre consejo de matarle;

El esforzado genio del nuevo caudillo y su carácter emprendedor, á que ayudaba un valor temerario, le sugirieron la idea de conquistar á Mindanao y Joló, á fin de terminar de una vez con el feroz enemigo que asolaba las ricas provincias de Visayas y S. de Luzón.

Había empezado la vida comercial en el desierto argentino, cuando los indios ocupaban los territorios cruzados ahora por el ferrocarril, y el malón, con su reguero de saqueos, incendios y rapto de personas, asolaba los pequeños campamentos, transformados actualmente en ciudades de importancia.

3 Entonces Saulo asolaba la Iglesia, entrando por las casas; y trayendo hombres y mujeres, los entregaba en la cárcel. 5 Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba el Cristo. 6 Y el pueblo escuchaba atentamente unánimes las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.

Después dijo que el decreto abriendo las universidades era un golpe maestro; la amnistía, aunque muy restringida, un levantado pensamiento digno de los más grandes políticos, y la destitución de Eguía y González Moreno una obra maestra de previsión; pero añadió que muchas y muy peregrinas dotes de ingenio y energía había de desplegar la Reina para someter a la plaga de humanos monstruos que con el nombre de voluntarios realistas asolaba el Reino.