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Actualizado: 11 de junio de 2025


Dígame usted que no aborrecerá mi memoria. Roberto Vérod seguía callado; pero en ese momento no hablaba porque una emoción violenta se lo impedía. Muy doloroso sería para mi corazón el verse perseguido por el odio de usted. A tal punto llegó usted a ser parte de ella, que una palabra suya de bondad me sostendría en el cumplimiento del deber que me he impuesto...

Poco á poco, y por virtud de estas memorias, se fué apaciguando la violenta desesperación en que ardía su espíritu; fué penetrando en él un pensamiento melancólico y suave que le reconcilió por un instante con la vida. El sentirse amado, mucho más siendo por una mujer hermosa, aplaca siempre un poco el odio de la existencia.

Rehechos todos de esta violenta emoción, el primer grito fue el de preguntar dónde estaba el maldito, y correr a la orilla. Una tartana, con las velas rojas, empavesada como en un día de fiesta, se balanceaba a lo lejos... Era él, no podía dudarse . ¡Al puerto! ¡al puerto! y se precipitaron hacia el embarcadero para volar en su persecución. ¡Pero allá, gran Dios, qué espectáculo!

Sin embargo, la misma fuerza de aquella emoción que estaba en peligro de encontrar demasiado violenta, reanimó todo el imperio que la joven tenía sobre . Me sentiría muy feliz al ver en cualquier persona un cambio favorable, señor Godfrey respondió con un cambio de tono apenas sensible ; pero más valdría, sin embargo, que ese cambio no fuera necesario.

El clérigo sabía que estas cruces señalan el lugar donde un hombre pereció de muerte violenta; y, persignándose, rezó un padrenuestro, mientras el caballo, sin duda por olfatear el rastro de algún zorro, temblaba levemente empinando las orejas, y adoptaba un trotecillo medroso que en breve le condujo a una encrucijada.

Su madre era una mujer violenta, irascible, con ráfagas de ternura, que sólo guardaba para sus hijos legítimos. A ella, por todas las señales, la aborrecía y en ella vengó injustamente el agravio de su padre. ¡Qué terrible infancia la de Clementina!

Madrid estaba convertido en un lodazal; soplaba norte pulmoníaco, y la lluvia, por lo terca y violenta, se burlaba de toda prenda impermeable; pero a don Juan le pareció que caminaba por las secas alamedas de un jardín donde corría suavísimo céfiro y que del cielo caía tibio rocío perfumado, como aquel que un alarife cordobés hizo llover en el serrallo del califa.

No, no; avise usted al señorito, que es a quien deseo hablar. Se hallaba éste, en tanto, en su despacho, presa de violenta agitación. Al ver a la dama entrar en el portal por primera vez se había sobresaltado sin motivo preciso para ello. Tranquilizóse al verla salir, y otra vez se alteró cuando entró nuevamente.

Andrés concluyó por desear un rompimiento; pero se dejaba arrastrar de la costumbre, sin fuerzas para tomar una resolución violenta, como sucede casi siempre en las relaciones añejas. Presentose al cabo lo que era inevitable. Su salud, siempre arrastrada y temblona, se resintió de modo alarmante.

Acababa de disparar una de las piezas de enorme calibre, oculta en el ramaje junto á ellos. Los capitanes dieron una explicación sin detener el paso. Tenían que seguir por delante de los cañones, sufriendo la violenta sonoridad de sus estampidos, para no aventurarse en el espacio descubierto donde estaba el torreón del vigía.

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