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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Pero el telon se levanta inmediatamente y la escena representa el mercado de criados, con tres postes cubiertos de banderolas y llevando los anuncios de servantes, cochers y domestiques. Juanito aprovecha la ocasion y, en voz bastante alta para que le oiga Paulita y esté convencida de su saber, se dirige á doña Victorina. Servantes significa sirvientes, domestiques domésticos...
Con un gracioso movimiento del cuerpo y un pase de la mano se arregla los pliegues de la saya, y con una mirada rápida y como descuidada ha visto á Isagani, ha saludado y ha sonreido. Doña Victorina baja á su vez, mira al través de sus quevedos, vé á Juanito Pelaez, sonrie y le saluda afablemente.
Con dos palabras que diga cualquier periódico, la justicia se verá obligada a perseguir a mi adversario, y a sus testigos, y a vosotros mismos, señores. Y heme entonces aquí conducido ante el tribunal correccional, y teniéndole que referir dónde, cuándo y por qué he perseguido a la señorita Victorina Tompain. Suponed un escándalo semejante, y decidme si el notario podrá sobrevivirle.
Aquella noche se conquistó á los ojos de doña Victorina la fama de valiente y pundonoroso y ella decidió dentro de su tórax casarse con él tan pronto se muera don Tiburcio. Paulita se ponía más triste cada vez, pensando en como unas muchachas que se llaman cochers podían ocupar la atencion de Isagani.
El P. Florentino no tuvo más remedio que aceptar y mandó llamar á su sobrino para enterarle de lo que sucedía y recomendarle no se acercase á la cámara mientras estuviese allí. Si te ve el Capitan, te va á invitar y abusaríamos de su bondad. ¡Cosas de mi tío! pensaba Isagani; todo es para que no tenga motivos de hablar con doña Victorina.
Todo el mundo tuvo noticia en seguida de este pequeño contecimiento, excepto el señorito L'Ambert, que había marchado al Poitou, con objeto de asistir al entierro de un tío suyo. Cuando volvió a la Opera, la señorita Victorina Tompain poseía un brazalete de brillantes, unas dormilonas de brillantes, y un corazón también de brillantes, pendiente de su cuello a manera de araña de salón.
Hágale usted saber, decía doña Victorina furiosa, que me valdré de la Guardia Civil; vivo ó muerto quiero saber donde está... ¡Porque tener que esperar diez años para poderse una casar! Isagani la miró espantado; doña Victorina pensaba en casarse. ¿Quién sería el infeliz? ¿Qué le parece á usted Juanito Pelaez? preguntó ella de repente. ¿Juanito?...
Doña Victorina, toda contenta y entusiasmada, se deshizo entonces en ponderar los méritos de Pelaez, é iba ya á hacer de Isagani confidente de sus nuevos amores, cuando la amiga de Paulita vino corriendo á decir que el abanico de esta se había caido entre las piedras que había en la playa, junto al Malecon.
Juanito desempeñaba bien su papel: á veces movía la cabeza en señal de disgusto y entonces se oían toses, murmullos en algunas partes; á veces sonreía, aprobaba y un segundo despues resonaban aplausos. Doña Victorina estaba encantada y hasta concibió vagos deseos de casarse con el joven el día que don Tiburcio se muriera. ¡Juanito sabía francés y de Espadaña no! ¡Y empezó á hacerle zalamerías!
Jamás lo pronunciéis en mi presencia. ¡Si queréis que viva largos años, no me habléis jamás de Romagné! La señorita Victorina Tompain no fue, por cierto, la última en cumplimentar al héroe. Ayvaz-Bey la había abandonado indignamente, dejándole cuatro veces más dinero del que valía ella. El magnánimo L'Ambert hubo de mostrarse con ella dulce y clemente.
Palabra del Dia
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