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Actualizado: 1 de junio de 2025


Mucho depende de la aptitud de los hombres; pero mucho depende también de la buena ó mala ventura. No atribuyamos todo lo próspero á la habilidad. En las victorias de Alejandro y de César la ventura hubo de entrar por algo. Suponer que entró por todo sería ruín envidia.

El día que dos alemanes señalaron, ó mejor dicho, arrancaron á la fuente por la fuerza de la ciencia, metales que no eran todavía conocidos, es uno de los grandes días de la historia. Comparados con esta fecha, ¡cuán insignificantes son en los anales de la humanidad las victorias ó la muerte de los más célebres conquistadores!

Los moros de Mindanao, agrupados así y dispuestos á sostener cruenta lucha contra nuestro Ejército, son enemigos terribles que han de defender su territorio con feroz energía, engreídos como están por sus pasadas victorias, que la tradición mantiene vivas, creando un héroe de cada uno de aquellos mahometanos.

Los españoles orgullosos con las victorias alcanzadas en todo el siglo XVI no advirtieron los males que comenzaban á fatigar estos reinos, ni quién era el único causador. Ya en el XVII habian arreciado de tal manera que fué preciso buscar el remedio, si no se queria ver hundida para siempre en la mayor miseria la península hispánica. Pero ya todo era en vano.

Dan testimonio de todo esto las crónicas y memorias de la época. Pero ¿para qué ir tan lejos? No hemos sido testigos del poder mágico de la Marsellesa en nuestros días? ¡Cuántas victorias, cuántos valientes de menos contaría el pueblo francés, sin ese canto bélico que ha dado la vuelta al mundo!

Pasado algún tiempo, oyose reproducida a lo lejos la misma algazara en el techo. Parecía que reñían en la sombra de los pasillos los ejércitos de alimañas y que había retiradas tumultuosas, furibundas embestidas, victorias súbitas, heroicos choques y horribles desmayos.

Lejos de darse a ellos, como hubiese hecho cualquier adorador impaciente y conste que la impaciencia es el error que malogra más victorias amorosas , don Juan se recogió a reflexionar con frialdad sobre la situación, ni más ni menos que podría un filósofo meditar sobre la ruina de un imperio.

Pues bien: en el Comedor sólo hay de notable otra chimenea como la susodicha; un gran balcón-cierre, ó tribuna volada, que da á la huerta y mira al Mediodía, donde el viejo Emperador tomaba en invierno los últimos rayos del sol de sus victorias....., y una puerta de comunicación con la Cocina.

Pero el marino aragonés, que conocía la perfidia de los bizantinos, ataba el honorífico sombrero á una cuerda como si fuese un cubo, sacando agua con él ante los escandalizados embajadores. Un hijo del viejo basileo, llamado Miguel IX, príncipe sombrío y receloso, que gobernaba unido á su padre, preparó el exterminio de estos intrusos, cada vez más insolentes por sus victorias.

Cuando no, me alzaba yo contra V., trataba de limpiar mi culpa con la penitencia, y luchaba siempre por libertarme. ¿Cuánto, no obstante, hubiera debido enorgullecer á V. cada una de sus victorias, aun siendo impío, si hubiera V. acertado á comprender la grandeza sublime y tempestuosa de las grandes pasiones?

Palabra del Dia

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