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Actualizado: 6 de junio de 2025


Todas sus afirmaciones, aun las más insignificantes, las rubricaba con la misma declaración: «Y esto se lo ice a osté su seguro servior Antonio Díaz, natural de Málaga, por otro nombre el señó Antonio el Morenito». Y acompañaba esta firma verbal con una mirada de superioridad y conmiseración que parecía decir: «Al que sostenga lo contrario le rebano e pescuezo».

Mas de pronto, se le ocurrió que el escribirle tenía sus inconvenientes, y que en realidad era preferible una explicación verbal de la cual nadie que la conociera podía enterarse en aquellos momentos. Detúvose un momento indecisa, y bruscamente dió la vuelta y se metió de nuevo en el portal. Cruzó sin decir nada por delante de la portera y subió con pie ligero las escaleras.

Alguna palabra suelta, suspiros y lamentaciones del pobre enfermo, eran la única expresión verbal de aquella triste escena, más elocuente cuanto más callada. El médico vino al fin. Cándida, no quiso dejarle de la mano hasta entrar con él en la casa. Era un viejo afable, de la escuela antigua, excelente diagnosticador, tímido para prescribir, y según se decía, poco afortunado.

Cuando su amante le llevó otra vez á la casa de la doctora, fué recibido por ésta lo mismo que si perteneciese á su familia. Ya no tenía por qué ocultar su nacionalidad. Freya le llamó simplemente Frau Doktor. Y ella, con un entusiasmo verbal de profesora, acabó de catequizar al marino, explicándole el derecho y la razón de su país al entrar en guerra con media Europa.

Los estudios de los filósofos y de los teólogos utopistas retrospectivos la enseñanza en las escuelas, la predicación en los púlpitos, todo estaba orientado sobre la ansiada vuelta al pasado glorioso, o santo, o dichoso. La sabiduría era una fórmula verbal salida del pasado y del misterio.

Llaméle a poco rato; le enteré de lo convenido con Tona y su madre; hizo dos zapatetas y se dio dos puñadas en los carrillos; le encarecí la obligación en que estaba de ser más prudente que nunca en lo tocante a su noviazgo, si quería que no se le cerraran las puertas de la casa y le regalara yo en su día el ajuar de la suya; y se fue dando zancadas, riéndose solo y tapándose la boca con las manos en señal de acatamiento a mis recomendaciones, después de pedirme permiso, que le di, para recabar de Tona y de su madre la confirmación verbal de lo acordado conmigo... y para «entrar en la casa» todas las noches, y «si a mano venía», para hablar con la mozona alguna que otra vez con los debidos respetos.

Palabra del Dia

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