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Sin contestar a la interrupción, prosiguió: Una vez realizado este acto de simple justicia, pusiéronse de acuerdo su madre y su madrastra para costear los gastos de su educación hasta que cumpliese diez y ocho años, época en que deberá usted elegir cuál de las dos ha de ser en adelante su tutora.

Con todo, me parece que las condiciones jamás han sido molestas a usted ni a su señora madre, y la única vez que quizá le causen alguna inquietud, será cuando llegue a decidir en la elección de su tutora, lo cual será al cumplir los diez y ocho años... creo que el día 20 del mes corriente. Carolina permaneció en silencio.

Y sintiendo uno de aquellos arranques de inspiración que la embellecían y sublimaban, le dijo esto, ya en pie para marcharse: «Porque ha de saber usted que Dios me ha hecho tutora de este hijo... , buena moza, no se espante ni me ponga esos ojazos. Su madre es usted, pero yo tengo sobre él una parte de autoridad. Dios me la ha dado.

Era la atenta educadora que le hacía balbucir sus primeros pater, deletrear las primeras sílabas, trazar los primeros palotes. La que dirigió el desarrollo de esa inteligencia en capullo, planta frágil y preciosa entre todas, cuyas ramas inclina ella, como tutora vigilante, hacia la Belleza, hacia el Bien, hacia la Verdad.

La tutora de la iglesia comienza con una carta que se supone escrita por el rey Abgaro al Salvador, y termina con la ascensión de la Virgen María. Más afortunado fué Añorbe en cuanto al asunto en sus Amantes de Salerno, cuyo fondo es la bella novela de Güiscardo y Guismonda, de Bocaccio, aunque hayamos de renunciar á buscar en ella el más leve indicio de talento poético.

Quedan todavía muchos de ellos sin haber llenado su objeto según confesión de un vástago de aquella noble cepa tutora a causa de la muerte prematura. Su obra se reciente de método. El trajín de la lucha cotidiana le impidió el reposo y la serenidad, tan necesarias a las especulaciones del espíritu.

Su señora madre, digo, su madrastra, reconoció que su madre, la primera Galba, era legal y moralmente su tutora, y aunque muy a pesar de sus inclinaciones y afectos, la colocó de nuevo bajo la tutela de aquélla. Mi madrastra se volvió a casar antes de cumplir el mes de la muerte de mi padre, y me envió a casa dijo Carolina, alzando ligeramente la cabeza y con mucha intención.

Esta doña Victorina era muy conocida en el pais por sus estravagancias y caprichos. Frecuentaba mucho la sociedad y se la toleraba siempre que se presentaba con su sobrina, la Paulita Gomez, bellísima y riquísima muchacha, huérfana de padre y madre, y de quien doña Victorina era una especie de tutora.