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Actualizado: 23 de junio de 2025


Los otros los guardaría seguramente abajo como un recuerdo. Muchos querían examinarlos para apreciar los destrozos del proyectil. Las mujeres, con súbita inquietud, le obligaban a sentarse al lado de ellas. No haga locuras, Maltranita; tenga cuidado. Las heridas en los pies, por insignificantes que parezcan, traen a veces malos resultados.

Horádanse las orejas y el labio inferior, del cual cuelgan plumas de muchos colores, y de éste traen pendiente un pedazo de estaño; llevan también en la cintura una bellísima faja de plumas muy vistosas por la diversidad y proporción de los colores.

"Aquí arriba lo encontré, y venía diciendo su mujer: "Marido y señor mio, ¿adónde os llevan? ¡A la casa lóbrega y obscura, a la casa triste y desdichada, a la casa donde nunca comen ni beben! Acá, señor, nos le traen." Y ciertamente, cuando mi amo esto oyó, aunque no tenía por qué estar muy risueño, rio tanto que muy gran rato estuvo sin poder hablar.

Los demás Castelvines descubren mientras tanto á Roselo, y lo traen prisionero para saciar en él su sed de venganza. Antonio, sin embargo, pensando todavía en la voz que ha resonado en sus oídos, abraza á Roselo, y le cuenta su visión. Aplácanse todos al escucharlo.

Un día, en que instaba vivamente á Nicea á que accediese á sus deseos, se oyen gritos y lamentos, exhalados por un caballero, que es derribado del caballo delante de la casa. Traen á esta al caído privado de la razón, y los dueños de ella lo asisten con el mayor esmero.

Por eso, determinaos á pelear y acometámosles luego, porque ya que no les podamos romper, vienen tan cansados y tan embarazados con las armas que traen, que nos saldremos dellos y nos volveremos, sin que nos puedan alcanzar ni enojar. A lo menos no nos quejaremos de nosotros mismos por haber dejado de probar nuestra fortuna

Son las once de la noche. En el momento de ponerme á escribir el noveno artículo para La América, nos traen una noticia. No cómo anunciarla á mis lectores. Temo lastimar su corazon, como lo está el de mi mujer y el mio. Luisa ha muerto. Sin duda la sorpresa que la produjo el ver á su hermana, la causó un derrame cerebral, que devoró su vida en pocos instantes. ¡Pobre mujer!

Detúvome en la escalera D. Diego, que a toda prisa y muy sofocado subía, y me dijo: Gabriel, ahí me traen otra vez a la buena alhaja de doña Inesita. ¿Quién? El gobernador. Esta noche todas las ovejas descarriadas vuelven al redil... Vengo de allá... si vieras. La condesa ha llorado mucho y se ha puesto de rodillas delante de Villavicencio; pero no pudo conseguir nada. La ley y siempre la ley.

Virey, que cuando escribe al Gobernador de Rio Grande, nuestros chasques llegan á la primera guardia portuguesa, entregan los pliegos con recibo y regresan inmediatamente, sin esperar la respuesta, que traen los Portugueses á Santa Teresa que es nuestro establecimiento fronterizo. El Gobernador de Rio Grande hace lo mismo. Como la idea del Sr.

Hasta el bueno de Esteban, el Vara de palo, protestaba a su modo, diciendo con dulzura a don Antolín: Pero ¿es verdad que usted quiere echar al zapatero? Hará usted mal, muy mal. Al fin es un pobre, y su mujer nació en este claustro. Estas novedades traen siempre desgracia, don Antolín.

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