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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Pero cuando se considera que hay otra multitud de fiestas en que las vidas de nuestros prójimos se exponen más aún, no podemos menos de considerar inocentes, o si se quiere poco nocentes las corridas de toros. No aventura menos que el torero el domador de leones o de tigres, que entra en la jaula en que ellos están, los fascina con su mirada y los doma y amedrenta a latigazos.
Su satisfacción fue todavía mayor cuando en La Campana, algunos toreros pero toreros de verdad fijaron su atención en el muchacho, preguntándole cómo marchaba de su herida. Después de este accidente ya no volvió a la tienda de su maestro. Sabía lo que eran los toros; su herida había servido para acrecentar su audacia. ¡Torero, nada más que torero!
S. m. llegó el mismo día y la Reyna le salió a recibir a La casa del Campo y desde allí fueron a n.ª S.ª de Atocha. La Reyna esta muy linda y el príncipe n.º S.r El miércoles pasado hubo toros en la plaza mayor, pero sin cavalleros, con que fue una fiesta simple y nos acordamos de la de Valladolid.
Al fin se murió de vieja, mucho antes de que la suprimiesen las leyes revolucionarias. Estaba cansada de existir; el mundo había cambiado, y sus fiestas resultaban algo semejante a lo que sería una corrida de toros en Noruega, entre hielos y con cielo obscuro. Le faltaba ambiente.
La gran preocupación de la familia eran las tres corridas de toros, festejo el más ruidoso de la feria. La tertulia tenía ya ultimado sus proyectos. El señor Cuadros compraría un palco de los mejores para las dos familias; y lo mismo las de Pajares que Teresa, proponíanse deslumbar al público con su elegancia.
En una calle de los docks había una barbería frecuentada por los capitanes españoles. La charla pintoresca del barbero, nacido en Cartagena, las láminas de colores fijas en la pared representando corridas de toros, los periódicos de Madrid olvidados en los divanes de hule y una guitarra en un rincón, hacían de esta tienda un pedazo de España para los vagabundos del Mediterráneo.
No sé.... Es que a veces parece que me quedo así, sin sentido.... Es como si me arrancasen el estómago balbució. «Ciertos son los toros» pensó Pilar ; «¡bien madruga la bendición de Dios!» añadió para sí, descaradamente.
Hacía algunos años, desde que le dieron «la alternativa» en la Plaza de Toros de Madrid, que venía a alojarse en el mismo hotel de la calle de Alcalá, donde los dueños le trataban como si fuese de la familia, y mozos de comedor, porteros, pinches de cocina y viejas camareras le adoraban como una gloria del establecimiento.
Muchachos desarrapados rompían las oleadas del gentío, ofreciendo la vida cíe Lagartijo en aleluyas, los antecedentes y retratos de los seis toros que iban a lidiarse, o pregonaban unos abanicos de madera sin cepillar y en los cuales una mano torpe había estampado un toro como un pellejo de vino y un torero que parecía una rana desollada.
La Plaza de Toros funciona pocas veces, pero, cuando funciona, las Granadinas se acuerdan de que son andaluzas, y dejan el pabellón nacional bien puesto. Tampoco abundan los bailes en estos últimos tiempos.
Palabra del Dia
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