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La de Busdonguillo callaba y comía, no porque se acordara de que nadie puede tirar la primera piedra, sino considerando oportunamente que hay casas con tejado de vidrio.

Si alguna tarde lograba escaparse y subir a las boardillas, se entretenía en tirar cáscaras de nueces a los balcones de Nazaria que fronteros de la fachada del colegio estaban, o en disparar peladillas contra la cojuela, que solía sentarse por las tardes en la puerta de la carnecería, templum mantecationis.

Pues bien, si los hubiese, grandes ó pequeños, en una posicion ú otra, en una parte ú otra, ¿no es verdad que se podria tirar una perpendicular desde el vértice del ángulo recto á la hipotenusa? Es claro. Pues yo no quiero decir otra cosa; sino que en todo triángulo rectángulo sea cual fuere, se puede bajar esta perpendicular. Pero se entiende que V. no habla de los que no son..... ¿no es verdad?

Ha comprendido la intención de su hermano; va a alzar el puente levadizo para encerrarlos en la isla... ¡Y justamente detrás de Gertrudis pende la cadena que hay que tirar para levantar el puente! Su primer pensamiento es: «Defiende a la mujerSe arranca de los brazos de Gertrudis y transpone de un salto el talud de la orilla, para ofrecerse como víctima al furor de su hermano.

Te asombrarías de lo candoroso y noblote que es, si te contara el caso de cierto clavel que a se me cayó de la boca y recogió él del suelo; cómo le volvió a tirar porque ya no me servía; cómo y cuándo y de qué manera tan original volvió a buscarle y le guardó como oro en paño, y cómo llegué yo a descubrirlo todo.

¿Cómo ha de salir con su intención? Y suponga usted que quiere tirar su dinero y perderse, ¿no puede uno aquí morirse siquiera, sin tener un empeño para el oficial de la mesa? Puede perjudicar a los que hasta ahora han hecho de otra manera, eso mismo que ese señor extranjero quiere. ¿A los que lo han hecho de otra manera, es decir, peor? , pero lo han hecho.

Este prefería que le sacasen una muela a descorrer los cordones de la bolsa. A fuerza de cabildeos, de ruegos, allegando recursos de aquí y de allá, haciendo sumas y restas en el Camarote, se concluyó por obtener la cantidad indispensable para montar una imprenta. En la de Folgueras, ni éste quería tirar el periódico, ni ellos se humillarían a demandárselo.

El mismo clavel, doble, reventón y encarnado, con el rabillo tronchado al rape: el que se le había caído a Nieves de la boca y había recogido él... para volverle a tirar porque a Nieves ya no le servía... Este era el caso. Recogido el clavel, y después de contemplarle mucho, y hasta de examinar la huella de los dientecitos de la sevillana, le olió con avidez.

A pesar del respeto, algunos no acertaban a contenerse. Este decía: «¡Viva el saleroAquél: «¡Alabado sea Dios que tan hermosa la ha criadoOtro: «¡Ahí va la gloria vivita!» y así por el estilo. En ocasiones, por último, no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara.

Nadie sabía lo rico que él era, y esta vez no se podría dudar de su fortuna viéndole alternar con los más grandes y tirar el dinero á manos llenas. El temor, sin embargo, se volvió á apoderar de él. Nunca había navegado más que para ir del Havre á Trouville y de Calais á Douvres, y aun en estas cortas travesías había tenido tiempo para sentirse malísimo.