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Actualizado: 24 de junio de 2025


Acabó en esto de encender el candil el cuadrillero, y entró a ver el que pensaba que era muerto; y, así como le vio entrar Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño de cabeza y candil en la mano, y con una muy mala cara, preguntó a su amo: -Señor, ¿si será éste, a dicha, el moro encantado, que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero?

Allí estaba la campanilla, con el mango roto, y el tintero circundado de plumas de ave, don Román no usaba de otras, y al lado la palmeta de zapotillo.

Siento que se me quede aún en el tintero muchísimo que decir; pero no logro evitarlo, y haciendo aquí punto, lo dejo para otro día.

Un recibo de tres mil y doscientos doblones, por los tres mil. En buen hora. Pero... dijo el señor Melchor, que temblaba presintiendo las iras de su cónyuge. ¿Qué tenéis vos que ver en esto? dijo don Juan ; asunto concluído: extendamos los recibos. El señor Melchor se calló. El señor Longinos puso sobre el mostrador papel y tintero, y los respectivos recibos se extendieron dictándolos el platero.

El mozo le saludaba en el momento de dar un restregón con el paño a la mesa, y él, contestando con cierta dignidad, frotábase las manos, se acomodaba bien en el asiento, conservando la capa sobre los hombros; después acercaba el vaso, poniendo a la derecha, a la discreta distancia a que se pone el tintero para escribir, el platillo del azúcar, y luego atendía a la operación de verter en el vaso la leche y el café, poniendo mucho cuidado en que las proporciones de ambos líquidos fueran convenientes y en que el vaso se llenara sin rebosar.

El velador es redondo; está cargado de infolios en pergamino y pequeños volúmenes amarillos. La mesa es de trabajo; la consola, colocada junto a la mesa, sirve para tener a mano libros y papeles. La mesa es ancha y fuerte; tiene un pupitre; sobre el pupitre hay un tintero cuadrado de cristal y tres plumas.

¿Qué escribir...? La tinta obscura del tintero era tristeza; tristeza el silencio augusto de la gran Naturaleza, y en medio de este dualismo de dolor y de aspereza, se moría lo más triste de lo triste: mi cabeza. Quedó sin nada en la mesa la cuartilla inmaculada.

Un cuchillo, una botella y un plato, en que había panecillo y medio, salieron de otro rincón, y el festín fué preparado en la mesa, para lo cual se hizo preciso apartar á un lado dos tragedias en verso heroico, un retrato de mujer roído de ratones, un ejemplar de la Constitución, un tintero de cuerno y una babucha, dentro de la cual había unas tijeras, una caja de obleas y medio tomo del teatro de Crebillon.

Sin querer acercarse a la ciudad, y apartándose de los senderos, descubrió por fin, en el flanco de la montaña, una gruta escondida entre malezas y arbustos. Había en su interior una mesa hecha de ramas de alcornoque sin descorchar, un tintero de raíz de naranjo, un taburete, un azadón y varios cacharros hundidos en el lodo.

Cómo se las compondría para este fin es cosa que no cae dentro de este relato. Las nuevas trazas de esta señora no están aún en nuestro tintero. Lo que puede asegurarse, por referencias bien comprobadas, es que en lo sucesivo supo la de Bringas triunfar fácilmente y con cierto donaire de las situaciones penosas que le creaban sus irregularidades.

Palabra del Dia

lanterna

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