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Actualizado: 16 de junio de 2025


Acabo de conseguir descubrir la verdad y conocer el móvil profundamente escondido detrás de todo ello. Mi primer encuentro con Herberto Hales fue aparentemente casual y tuvo lugar en la calle Widemarsh, en Hereford. Era entonces una niña de colegio que estaba terminando mis estudios, y tan llena de ideas románticas sobre los hombres como les sucede a todas las niñas en esa edad.

Al ver que los dos amorosos, terminando su almuerzo á toda prisa, se levantaban con ruborosa precipitación, como si les pinchase un repentino deseo, su mirada fué tierna y fraternal... ¡Adiós, compañeros! La voz de la viuda le trajo á la realidad. Ulises, hábleme de amor... Aún no me ha dicho en todo el día que me ama.

No tenía usted ya trece años como cuando mi tío tuvo la buena fortuna de serle presentado; pero no debía usted de tener más de trece... Estaba yo entonces terminando mi año de voluntario en Orleáns, en el batallón de su señor padre de usted, y parece que me estoy viendo torpe y embarazado con mi capote demasiado largo ante una joven de falda corta, grandes manos y largos pies, como Blanca hace dos años, que me puso un muñeco en la mano y me dijo en tono autoritario: No olvide usted el número, militar; una cabeza absolutamente igual, pero con cabello rubio.

Rezábase entonces por cuanto es posible rezar en este mundo y en el otro, por las ánimas del purgatorio, por el Santo Ángel de la Guarda, por el santo de su nombre, por los caminantes y navegantes para que Dios los conduzca á puerto de salvación, á San Roque bendito, abogado de la peste, por la paz y concordia entre los príncipes cristianos, etc., etc., terminando siempre con un Padre-nuestro á todos los santos y santas, ángeles, serafines, tronos y dominaciones de la corte celestial, para que nos ayuden en la hora de la muerte.

En poco tiempo, todo terminó por la parte de tierra; cesó la brisa, disolviéndose en tintas grises, reinando sin obstáculo desde aquel momento los vientos superiores. Al llegar yo á los viñedos de Vallière, cerca de Saint-Georges, gran número de personas estaban en los campos, terminando á toda prisa sus faenas, pues creían no poder trabajar en muchos días.

Palabra del Dia

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