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Actualizado: 3 de julio de 2025
Caminaba al azar, lejos de los caminos frecuentados, porque yo evito el encuentro con los que la naturaleza me ha dado por hermanos, y temía que la sangre que caía de mis pies desgarrados no les sirviera de rastro.
Las dos mujeres se abrazaron como si se vieran después de haber escapado las dos de un gran peligro. Roussel las miraba con aire inquieto y murmuró al oído de Mauricio: ¡Esto es lo que yo temía! Y es mayor el peligro porque esta mujer parece sincera. Si es sincera, todo puede arreglarse ... Sí ¡pardiez! por ocho días!... Pero, ¿después?...
¿Temía, quizá, que el señor Vérod, como todos los hombres, llegara a la larga a no tratarla con la delicadeza que al principio? No lo creo. ¡Es tan bueno el señor Vérod! Sin duda temía algo, sí, pero... ¿Qué temía? Se temía a sí misma.
Ra-Ra no podía prolongar mucho esta entrevista. Temía que los que acompañaban al gigante se hubiesen fijado en su llegada. Pensó también en las precauciones que debía tomar para que no le sorprendiesen durante su regreso. Un destacamento de soldados estaba acampado en la playa, cerca del puerto, para impedir que los curiosos se aproximasen al gigante.
El santo del Obispo sonriendo, Con un blando semblante respondia A lo que Irala iba repartiendo, Que ya su condicion bien conocia: Bien á la propia suya resistiendo, Porque de Irala mucho se temia, Procura de sufrir, pues se vé solo, Y todos contra él con fraude y dolo. En esto de Castilla, ¡Dios eterno, Cuan grande es, y cuan alta tu sapiencia!
Por esta razón, el ministro no temía que el médico tratara de un modo claro y distinto la posición verdadera en que mutuamente se encontraban uno y otro. Sin embargo, el anciano Rogerio, con su manera tenebrosa de costumbre, se acercó considerablemente al particular del secreto. ¿No sería mejor, dijo, que os sirvierais esta noche de mi poca habilidad?
Enrique tomaba muy pocas veces parte en la conversación; no se consideraba a la altura de sus hermanos, conocía su genio sulfúrico y temía desafinar.
Entonces, yo tomé la cosa por mi cuenta y le dije las del barquero. Eso es, muy bien; ¿le parecía decente poner los ojos en una niña, cuya familia era enemiga mortal de la suya propia? ¿no había en Buenos Aires ninguna otra más que ella, tan buena o mejor? ¿no temía que la gente esa dijera que iba por su dinero y que su padre y su tía estaban mezclados en el negocio?
Era lo mismo que su hermano Fermín: debía considerarle como de la familia. Temía comprometerse con alguna audacia en aquella casa, que era la de su severo primo. ¿Qué diría Pablo, que por respeto a su padre consideraba al capataz y los suyos como una prolongación humilde de su propia familia?
Tened á milagro el verme, porque á punto he estado de perdido. ¿Qué os ha pasado? Cosas que solo por mí pasan; preso me han tenido, pero suelto me veo. Don Juan también ha estado preso. Lo esperaba, lo temía; pero vos le habréis soltado.
Palabra del Dia
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