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Actualizado: 16 de septiembre de 2025


Para aquellas pobres gentes, el escribiente del tribunal era el oráculo de Delfos para los antiguos griegos. Dándole un real y un tabaco, añadió, te dice todas las leyes que se te hincha la cabeza oyéndole. Si tienes un peso, te salva aunque estés al pié de la horca.

Luego, se enciende una panetela de puro Ambalema, cigarro de una forma análoga a los de pajita y hecho del exquisito tabaco que se encuentra en el punto indicado, y que, en la categoría jerárquica viene inmediatamente después del de la Habana.

El tabaco los rodeaba: habíalos metidos en él hasta media pierna: a todos les volaba por hombros, cuello y manos, y en la atmósfera flotaban remolinos de él. Los trabajadores estribaban en la punta de los pies y lo que se movía para brincar era el resto del cuerpo, merced a repetido y automático esfuerzo de los músculos; el punto de apoyo permanecía fijo.

El humo de aquel tabaco humedecido, seco, vuelto a humedecer y resecar infinitas veces, tenía en aquel momento un gusto a cumbarí, solución Coirre y sulfato de soda, mucho más ventajoso que la primera vez. Emprendí, sin embargo, la tarea que sabía dura, con el ceño contraído y los dientes crispados sobre la boquilla. Fumé, quiero creer que cuarta pipa.

No habían pagado los dos últimos meses de inquilinato al señor Vicente; debían en varias tiendas de la calle; él tendría que renunciar a la peseta que le daba de vez en cuando para tabaco, a los banquetes de «juventud», a aquellos gastos que consideraba necesarios para «hacerse ver», para «refrescar» el nombre literario.

La mucosa nasal difiere del estado de sequedad de la boca. ¿Consistirá en que está contigua á la de la garganta mas particularmente afectada por la accion de la plata, ó en que los esperimentadores usaban tabaco?

Era por aquel tiempo el marqués, sin ser derrochador, bastante libertino; pero no con aquel aristocrático libertinaje de los Lauzun y los Frousac, señoriles hasta en sus vicios, caballerescos hasta en la infamia, que sacudían de todo lo vulgar y grosero, con la misma elegante pulcritud con que sacudían el polvillo del perfumado tabaco de sus chorreras de encaje.

La llama turbia de la linterna vacila al soplo del viento de la noche. Grandes gotas de lluvia golpetean el suelo. Levanta el cerrojo y empuja la puerta, que se abre de par en par. Una densa humareda azul, de tabaco, le da en el rostro, mezclada con el olor de la cerveza agria.

Hay salvaje que se estraga fumando sin gana cigarro sobre cigarro, sólo por el gusto de ahumar la boquilla antes que alguno de sus colegas. Y si no es así, por lo menos, nadie se cuida de saborear el tabaco. Lo importante es soplar el humo sobre la espuma de mar y que vaya tomando color por igual.

Hoy los habitantes recogen la cantidad suficiente para ellos, de arroz, de maiz, de yucas, de bananas, de caña dulce y de maní; mas su comercio consiste solamente en un poco de arroz y de tabaco, que suelen cambiar por géneros y vestidos.

Palabra del Dia

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