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Actualizado: 3 de junio de 2025
Ramón Pérez había afirmado, con tanta más certeza, cuanto que él mismo lo creía así, que aquellas figuras eran San Juan, San Pedro y la Magdalena.
Mas una casualidá, como que nunca anda lejos, entre tanta gente blanca llevó tambien un moreno, presumido de cantor y que se tenía por güeno.
Los restos del Orfeo del ramaje se disuelven en el estómago del negro burgués subterráneo. Después de una vida de cinco ó seis semanas, que le parece larguísima, la cantora cae de lo alto del árbol, extenuada por tanta música, tanta poesía, tanta embriaguez ruidosa. El sol seca su cadáver y los transeúntes lo aplastan con sus pies.
Pero no por eso te inquietes, ni desconfíes de encontrar remedio a tanto daño, alivio a los males y buen desenlace a tanta contrariedad.
Se mostrará muy confusa, a causa de su gestión, que es un poco atrevida, y apenas llegada aquí tendrá grandes deseos de marcharse. ¡Son tan tímidas las americanas...!» Se equivoca usted. No me marcharé si no me echa a la calle. JULIA. Me guardaré muy bien de portarme así con una persona que acude a mí con tanta cortesía.
Desde el abandono de Zamboanga disminuyó grandemente la importancia de los pueblos cristianos, que á costa de tantos sacrificios habían conseguido formar los jesuitas, y ante la inminencia de perder el fruto de tan rudos trabajos y de tanta sangre que había ésto costado, la Compañía recurrió á la Corona, obteniendo Real Cédula, que ordenaba la ocupación del antiguo fuerte, á fin de poder atender á la reprensión de la piratería.
Lástima es que la naturaleza al sacarla del vientre de su madre, la dotase de tanta hermosura, dejándole así poco que hacer al resplandor de belleza que lleva consigo la caridad; pero cierto es que si la mujer es hermosa por sí, con la ayuda de su blando corazón y piadosa condición, menos que hermosa, es un ángel sobre la tierra, y arcángel será la hermosísima María.
Tengamos presente que se hace con tal rapidez, y á la vez con tanta claridad, que no parece absurdo suponer que algo de superfluo en su lectura podía transformarse, declamado, en verdadera belleza de locución.
¡Conque el señor es don Simón de los...! ¡Hombre, hombre! ¡Pues no me le han recomendado poco mis buenos amigos de la ciudad! ¡Cómo había yo de sospechar que venía entre tanta buena pieza!... Pero ¿se siente usted mal, señor don Simón?
Susana decía que los hombres eran unos papanatas, y yo comparto las opiniones de Susana. ¡Oh, oh! dijo el comandante, mirándome con un aire tan bondadoso, que tuve miedo de estallar en sollozos; ¡tanta misantropía en tanta juventud! No contesté nada, y como en aquel momento llegábamos a una espaciosa terraza, me escapé de su brazo y corrí a esconderme tras una enorme arcada.
Palabra del Dia
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