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Después de censurar con breves y enérgicas palabras la acción de todos, ordenó a Plácido que le siguiese, y le llevó a su celda. En balde he esperado, hijo mío, hacer de ti un dechado de santidad y de paciencia, para que con el tiempo llegases a ser mi sucesor en el gobierno de esta abadía. todo lo ocurrido y no me atrevo a culparte.

En realidad ¿por qué una taberna no ha de ser capaz de crédito, crédito en que está cifrada la fortuna de una ó más familias? ¿Por qué un tabernero no ha de llamarse sucesor de otro que alcanzó fama, fama justificada por su diligencia y probidad?

Su sucesor, el señor La Reguera, cortó de raíz el mal contestando un no redondo a la primera prójima que fué con el empeño. ¿Y si malparo, ilustrísimo señor? insistió la postulante. De eso no entiendo yo, hijita, que no soy comadrón, sino arzobispo. Y lo positivo es que no hay tradición de que limeña alguna haya abortado por no pasear claustros.

Quiroga, el campeón de la causa que han jurado los pueblos, como se estila decir por allá, era bárbaro, avaro y lúbrico, y se entregaba a sus pasiones sin embozo; su sucesor no saquea los pueblos, es verdad; no ultraja el pudor de las mujeres; no tiene más que una pasión, una necesidad: la sed de sangre humana y la del despotismo.

Pero el odio de los judíos contra don Juzaf Pichon no se mitigó con el castigo que le dió el rei Enrique II; i así luego que pasó á mejor vida este monarca, fueron á su hijo i sucesor en la corona don Juan I.º de Castilla que estaba en Burgos con el reino junto en Córtes, i le pidieron un albalá para el alguacil Fernan Martin con órden de que diese muerte á aquel que le fuese señalado como malsin.

En el siglo XVI Felipe el Hermoso, rey de Castilla y sucesor de María de Borgoña respecto de las provincias belgas, las trasmitió en herencia á Cárlos I de España y V de Alemania, y desde entónces hasta 1598 la dominacion española se sustituyó á la austríaca.

Presentábase un problema grave, cuya solución no estaba al alcance de los entendimientos vulgares. Aquel pequeñuelo que iba a presentarse en el mundo era, por ley de la naturaleza, sucesor de los Santa Cruz, único heredero directo de poderosa y acaudalada familia.

Venía para manifestar su deseo de marcharse, de abandonar el puesto tan pronto como el jefe le designase un sucesor. Y hablaba con la vista baja, como si temiese que el millonario pudiera leerle su secreto en los ojos. Sánchez Morueta se deleitaba apreciando el trastorno de aquella cara juvenil. ¡Oh!

El clamor público obligó, por último, al rey de España a darle un sucesor, retirándose el Duque murmurando de la debilidad de un soberano que no le dejaba concluir la gloriosa obra a que había dado principio. Y aunque le seguían las maldiciones del pueblo, no obstante conservaba en su tranquila conciencia la satisfacción interior y el convencimiento íntimo del bien que había realizado.

Su fama poética era ya tan grande en el año de 1630, que Lope de Vega, considerándolo como su digno sucesor, dice de él en El Laurel de Apolo: En estilo poético y dulzura, Sube del monte á la suprema altura. Por premio de sus servicios fué este poeta nombrado en 1637 caballero del hábito de Santiago.