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Tantas disposiciones mostraba, tanto le instaron los amigos y su misma esposa, que tenía sobrados motivos para odiar los negocios, que al fin consintió el viejo Reynoso en enviar a su hijo a Madrid para estudiar en el Conservatorio. Residía en casa de unos amigos y venía al Sotillo los sábados por la tarde para marchar el lunes por la mañana.

Además, aún vivía el Greco en Toledo , y en la sacra estupenda mole de El Escorial, según el pomposo lenguaje de la época, había cuadros de Tintoretto y del Ticiano; estímulos sobrados, y superiores al afán de medro, para que el artista quisiera emprender el viaje. «Deseoso, pues, de ver El Escorial declara Pacheco partió de Sevilla a Madrid, por el mes de Abril del año de 1622.

Iluminación completa. ¡Es que por Baltasar echaban gustosos los Sobrados la casa por la ventana, y más ahora que lo veían de uniforme, tan lindo y galán mozo!

Por allí, sin que lo supiese Adela tampoco, aunque lo sabía Pedro, andaban lentamente, con las dos niñas menores, Sol y doña Andrea: doña Andrea, que desde que el colegio le devolvió a su Sol y podía a su sabor recrear los ojos, con cierto pesar de verle el alma un poco blanda y perezosa, en aquella niña suya de «cutis tan trasparente decía ella como una nube que vi una vez, en París, en un medio punto de Murillo», andaba siempre hablando consigo en voz baja, como si rezase; y otras regañaba por todo, ella que no regañaba antes jamás, pues lo que quería en realidad, sin atreverse, era regañar a Sol, de quien se encendía en celos y en miedos, cada vez que oía preparativos de fiesta o de paseo, que por cierto no eran muchos, pero sobrados ya para que temiese con justicia doña Andrea por su tesoro.

Sobrados pleytos tengo sin esos que fallar. Mas me hubieran agradado sus obras filosóficas; pero quando he visto que de todo dudaba, he inferido que lo mismo sabia yo que él, y que para ser ignorante á nadie necesitaba. ¡Hola! ochenta tomos de la academia de ciencias; algo bueno podrá haber en ellos, exclamó Martin.

En este canto se cuenta como vuelto el Adelantado de Ibiaza, fué al Rio de la Plata, y de la venida del capitan Rui Diaz en su demanda. ¡O mísero contento de esta vida, Aguado con sobrados descontentos! Tras el deleite siempre viene asida La pena, los disgustos y tormentos: Que no hace en un ser jamás manida Fortuna, sin tener mil mudamientos.

Animada por las confidencias, Amparo insinuó que a ella un señorito, un militar, la seguía alguna vez por las calles. Ya quién es chilló la Comadreja . Es el de Sobrado. ¿Quién te lo dijo, mujer? exclamó Amparo maravillada. Todo se sabe afirmó magistralmente Ana . Pero estás fresca, hija. Ese lo que quiere es pasar el tiempo, y a vivir. ¡Buena gente son los Sobrados!